EL TRABAJO dignifica y engrandece al hombre, logrando enaltecer su alma.
El trabajo te permite aprender y mejorar cada día de tus errores,
alcanzando día a día la perfección.
Para los grandes filósofos griegos, el trabajo no pertenece al ámbito
propiamente humano. Platón en La República lo circunscribe al interior de la
caverna, donde los hombres, atados con cadenas e ignorantes del bien y de la
verdad, desarrollan las actividades cotidianas. Para Aristóteles, trabajo y
vida ordinaria son características específicas de la oikia, es
decir, de la casa o ámbito doméstico. Contrapuesta a la oikia,
la polis o ciudad se erige en el espacio vital donde el hombre
político es libre, se dedica a la contemplación o teoría y adquiere las
virtudes de su naturaleza racional y social. El ocio es lo propio de la polis,
lugar donde el ciudadano alcanza la «vida buena», frente al nec-ocio,
propio de la casa o ámbito de la «vida», caracterizado por la producción y la
reproducción y reservado a la mujer y a los esclavos. Esta doctrina se mantiene
prácticamente intacta a lo largo de la Edad Media, que pone el énfasis en la
contraposición entre vida contemplativa y vida activa: la primera consiste en la
contemplación amorosa de Dios y es posible por el apartamiento del mundo y de
los quehaceres seculares; la segunda es la que se desarrolla en el mundo, en
donde priman el trabajo y la cotidianidad.
De todas formas, el cristianismo aporta un primer enfoque positivo. San
Benito, por ejemplo, presenta la laboriosidad como una virtud que permite huir
de la ociosidad: es la primera vez que el trabajo se entiende como un medio
para conseguir la perfección humana.
Actividad por la que el
hombre transforma la realidad para satisfacer sus necesidades físicas y
espirituales. En las sociedades de explotación el trabajo se vive como una
experiencia alienada, y no como una actividad de autorrealización.
Es preciso darse cuenta de que para Marx la noción de trabajo va más
allá de su dimensión puramente económica y se convierte en una categoría
antropológica: Marx caracteriza al hombre como un ser dotado de un
“principio de movimiento”, principio que determina su impulso para la creación,
para la transformación de la realidad. El hombre no es un ser pasivo sino
activo, y el trabajo o la actividad personal la expresión de sus capacidades
físicas y mentales, el lugar en donde el hombre se desarrolla y perfecciona (más
exactamente, donde se debería desarrollar y perfeccionar); de ahí que el
trabajo no sea un mero medio para la producción de mercancías sino un fin en sí
mismo y que pueda ser buscado por sí mismo y gozarlo. Dada esta comprensión de
la naturaleza humana como la de un ser que sólo puede encontrar su perfección
en el trabajo, no es extraño que el tema central de la
filosofía marxista sea la transformación del trabajo sin sentido,
enajenado, del trabajo como un mero medio, en un trabajo enriquecedor, en un
trabajo libre. En sus primeros escritos, llamó “actividad personal”
a la realización de esta inclinación al movimiento, y cuando criticó la forma
concreta de darse esta actividad en las sociedades de explotación pidió la “abolición
del trabajo”. En escritos posteriores estableció la diferencia entre trabajo
libre y trabajo enajenado y su crítica a la
alienación se expresó en su preocupación por la “emancipación del trabajo”.
No alcanzo a comprender mi vida sin el trabajo, el entregar cada día lo
mejor de mi para que las cosas funciones, veo mi trabajo como la armadura que
Dios me ha dado para batallar cada día la vida, para ayudar a los otros, para
poder al cerrar los trabajos sentir que tengo un jornal justo, adecuado y he
cumplido a cabalidad con los trabajos encomendados. El francmasón en primer
lugar debe estar siempre dispuesto a dar y a darse a los demás.
ASISTIR A LA ORDEN, participar de los trabajos, hacer aportes en tiempo
y en aportes intelectuales que enriquezcan el taller, el siempre estar
dispuesto ha ayudar a los otros hermanos.
Es también con honestidad, respeto a la verdad, la ética, el ejemplo
personal, la dignidad y la lealtad, como desde la magistratura se debe profesar
el cambio.
Será así como los masones que componen una Logia serán realmente dignos
depositarios de tan honroso nombre. Y será desde esa armonía como podrán
cincelar la piedra bruta en la obra común de hacer fértil la actividad de la
Logia y de la Fraternidad.
Es mi Palabra
DLGM:.
CM:.
La escuela de Atenas (La scuola di Atene)Rafael Sanzio, Museo Vaticano |