viernes, 24 de abril de 2015

El Silencio del Aprendiz

En esta ocasión me corresponde abordar un tema que no solo es simbólico, sino representativo del secreto que todo iniciado en la masonería se compromete a cumplir: El silencio del Apr;:, miremos algunas definiciones:

Silencio: ausencia total de sonido. Privación voluntaria de hablar.

Secreto: (del latín secretum). Lo que se tiene reservado y oculto / reserva, sigilo.

El diccionario Masónico define signo como: 1. “El que representa alguna cosa distinta de si y, 2. Uno de los medios más poderosos que tienen los Francmasones para reconocerse entre sí y, también para acreditar el grado que poseen, sean del Rito que fueren”:
El Signo del Apr:. inicia su ejecución con la posición “Al Orden”, esta postura gutural interpreta una disposición al Silencio,  entendiéndose por silencio la sujeción de las pasiones del corazón, permitiendo a la razón tomar el tiempo necesario para analizar y meditar antes de tomar una postura con respecto a cualquier situación de la vida.
El siguiente movimiento que se ejecuta, “se interpreta como el castigo que preferirá el Apr:. de Masón antes de revelar los secretos que se le han confiado”, más que un castigo este gesto representa un elemento de rectitud el cual debe guiar los pasos del masón, para que pueda dirigir y controlar su destino; debiendo proceder siempre con rectitud reflexiva para merecer la aprobación de su conciencia en el camino hacia la virtud. Por consiguiente toda persona que se inicia en la masonería emprende una marcha que lo conducirá a un solo fin: el de buscar su perfeccionamiento individual.
No es la Masonería la única a quien ha interesado el tema.  Así por ejemplo los aprendices de las escuelas pitagóricas eran llamados “los acústicos”, ya que estos debían limitarse a guardar silencio y discreción durante su aprendizaje. También la escuela hermética (escuela egipcia) practicaban esta virtud: secreto y discreción eran unas de sus características pedagógicas. El filósofo, sacerdote y legislador egipcio Hermes Trimegisto decía a sus discípulos “La verdadera sabiduría está en la meditación y el silencio”.
Pero el deber de secreto debe entenderse no como una limitación, sino más bien como una expresión del hombre pensante, solo abstrayéndose del ruidoso mundo material podremos escuchar a nuestro espíritu. Es absolutamente necesario contar con la tranquilidad que da el silencio para abstraernos a la meditación y contemplación de cualquier ciencia o doctrina.
Es en este sentido que los filósofos griegos hacían alusión a que el ocio era el primer elemento para abocarse al estudio de las verdades abstractas; pero no entendían el ocio como un tiempo de descanso en donde nada se hace, sino que entendían por tal el tiempo en que el hombre sabio se despreocupa de lo temporal y se entrega a la contemplación y especulación, y se aboca al descubrimiento de aquello que trasciende. Secreto y silencio entonces están íntimamente relacionados y son manifestaciones de nuestro carácter de hombres libres.
Para los masones el uso de la palabra es un hecho de trascendencia, la palabra no solo es respetada sino venerada. Cuando comienzan los trabajos y el V.M. declara : “silencio en Logia mis hermanos”, es la obligación de cada masón mantener el silencio hasta que, con la autorización correspondiente, se le otorgue el uso de la palabra.
Este riguroso sistema que tiene por finalidad acostumbrar al masón a reflexionar antes de hacer uso de la palabra y, al mismo tiempo, acostumbrarlo a que cuando tiene la palabra debe ser preciso en expresar lo que quiere decir, porque probablemente ya no tendrá oportunidad de replicar nuevamente sobre el tema en cuestión, está basado en el principio de que la palabra es un eje de unidad, elemento fundamental en la construcción del templo social y en la construcción de un mundo más igual, o sea mejor.
Este sistema permite y obliga a los masones a escuchar con paciencia y tolerancia a quien tiene el uso de la palabra y así asegurar mejor la comprensión de lo que dice, elemento importante para evitar que se pueda tergiversar una idea. Pero obliga además a no cometer el error de desperdiciar la palabra y, a no faltar a la palabra, que es como decir que no se puede faltar a los principios ni traicionar su propia palabra.
Este sistema, al Apr:. que recién ingresa a la masonería le puede parecer extraño y hasta superfluo, pero enseña al masón a ser más tolerante. El Apr:.  masón aprende a escuchar, a ser más preciso en sus términos, actitudes que con la práctica dentro de los muros del templo, se espera que finalmente la aplique en su vida cotidiana. El masón como individuo, debe actuar en la sociedad a la que pertenece fuera de los límites del templo defendiendo sus propios principios e ideas, pero siempre practicando los principios éticos masónicos.
El silencio y la compostura que deben imperar siempre en todos los actos y reuniones Masónicos, deben observarlo escrupulosamente los Francmasones en todo tiempo, ya sea en el seno de las Logias, ya sea en medio de la sociedad profana; y tienen el deber de observarlo escrupulosamente en todas las ocasiones, no porque lo prescriban los reglamentos de las Logias, sino porque lo exige así la buena educación y lo aconsejan las conveniencias. Todos los escritores masónicos lo recomiendan como necesario al orden y seriedad a que se debe la gran diferencia que existe entre las reuniones Masónicas y las profanas. El silencio así practicado, se eleva al rango de virtud, gracias a lo cual, se corrigen muchos defectos por lo mismo que se aprende a ser prudente e indulgente con las faltas que se observan. Por eso la Francmasonería lo simboliza con la trulla (paleta), con la cual debemos extender en silencio una capa sobre los defectos de nuestros semejantes, así como lo hace el masón, para cubrir los de un edificio.
A mis HH Apr.: les digo: entiendo que el compromiso de una persona con algo o con alguien tiene múltiples connotaciones e impactos consigo mismo, con su entorno y con la sociedad. Si a esto añadimos el hecho de formar parte de la fraternidad Masónica, el COMPROMISO debe escribirse en mayúsculas. Desde que eres iniciado, desde el mismo instante en que haces el primer juramento, o cuando se te cae la venda y ves frente a ti a los HH:. Y HHnas:., se produce un cambio radical en uno mismo: hay un antes y un después en cada uno de nosotros. Y este después, es desde ese instante, el inicio de una nueva vida para vivirla como masón, con todo lo que ello significa y con todo lo que ello implica. Para empezar, ser un eslabón más en la cadena de unión o dicho de otra manera, unirse a otras piezas más en la construcción de la Humanidad.
Cada masón en un momento de su vida fue un profano, ajeno a los misterios y enseñanzas de la Masonería, es importante destacar aquí que nosotros fuimos hechos masones, si bien es cierto que la Orden vio en nosotros cualidades que de acuerdo a su proceso de selección de candidatos nos calificaba para unirnos a sus filas, nosotros reconocimos que estábamos en tinieblas y deseábamos la Luz.
Sea nuestro actuar entonces la demostración de respeto a uno de los primeros deberes del Apr:. Masón, tenemos el deber de ser fieles al secreto y misterio gradualmente develado, dejemos que nuestra boca calle, que nuestra mente piense y que nuestro actuar a diario sea el mejor reflejo para que aquel que sabe, nos pueda identificar como masones; o mejor dicho para que mis HH:. me puedan reconocer como tal. Durante un año o más el silencio será nuestro compañero y la guía que nos permitirá alcanzar el máximo nivel en este período.
No quiere decir lo anterior que sea fácil, pero si lo asumimos con la conciencia y absoluta certidumbre de que esta fraternidad a la que fuimos invitados y escogidos nos protege, y vemos este período no como un impedimento, sino como la gran oportunidad de aprendizaje que es, podemos notar también la sombrilla de protección con que nos cubre la imposición del silencio.
Como decía George Clemenceau  “manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra” y esto lo viví muy especialmente en nuestra tenida anterior en esta misma locación de nuestra V.M., en la que se nos hizo una dispensa especial para que los Apr:. pudiéramos hablar y expresar nuestras impresiones sobre las planchas que se leyeron ese día y me auto impuse el silencio como disciplina personal y siendo consecuente con toda la investigación que ya venía realizando para este trabajo de hoy.

Debo reconocer que ha sido el silencio más difícil de estos meses de aprendizaje, no solo la calidad de unas planchas que nos iluminaron, sino los aportes de los demás HH:.. Posteriormente reflexioné sobre si esa dificultad para manejar mi silencio se debía a que la excelente calidad de las planchas era lo que me producía un estallido interior que parecía no poder contener, y si bien en parte es cierto, también debo reconocer que es tan difícil dejar de oírnos…

Qué es dejar de oírnos? Permitir que las palabras externas penetren toda nuestra atención y nuestros pensamientos, no responder e interpelar mentalmente lo que nuestro interlocutor dice y dedicarnos verdaderamente a escuchar, a interiorizar las palabras que oigo, no desde mi propia experiencia sino desde la experiencia que me están narrando. Finalmente logré superar mi yo, mi ego, mi afán de emitir una opinión “inteligente” y permitir que otros brillaran y me iluminaran con la luz de sus reflexiones y debo confesar que ha sido una de mis mayores satisfacciones desde que fui acogida en esta fraternidad.
Las palabras son a veces como imágenes escondidas en la memoria. La memoria es como un laberinto por donde caminan los recuerdos. Los recuerdos como las palabras, pueden tener la libertad de los escritores y de los oradores o estar presos en ese laberinto de la memoria.

De nosotros depende lo que pasa con estas palabras, hay palabras que se pierden en el camino, hay palabras marcadas por la pasión o el miedo, hay palabras cubiertas de dolor, hay palabras llenas de vida, hay palabras inmemoriales y recién nacidas, hay palabras eternas y fugaces.

Publio Siro dijo: “Me arrepiento muchas veces de haber hablado, nunca de haber callado”

Si recurrimos a Pitágoras podríamos decir que “El silencio es la primera piedra del templo de la filosofía”.

Podríamos asimilar la Logia a una planta de purificación ética en donde se procesan y transforman los seres a través de la maquinaria de la conciencia, clarificando los distintos sistemas de vida. El peor error que se puede cometer al ingresas a la orden, es la creencia en la captación inmediata de los conocimientos de la misma.

P. Martín se refiere al grado de Apr:. Así: “El primer grado versa sobre ontología, la ontología versa sobre el sí mismo, el sí mismo versa sobre la introspección, la introspección versa sobre el amor propio, el amor propio versa sobre el ego, el ego versa sobre la identidad, la identidad versa sobre la autenticidad y la autenticidad versa sobre todo aquello que no estamos siendo.

Entrar a una Logia entonces es entrar a uno mismo, es decir al cuerpo y al espíritu y no vas a arremeter contra ti mismo, luego la imposición del silencio solo está probando nuestro temple, nos enseña prudencia y a esperar, a ir por pasos descubriendo verdades que no podrían ser develadas de una vez porque tal vez no resistiríamos su fulgor.

Es un aprendizaje y un entrenamiento como en el deporte, es decir hace falta  entrenar, para después jugar a la opinión precisa, el conocimiento acertado o la conducta ejemplar. Porque no tendría ningún sentido opinar en Logia si primero no se ha hecho minería.

La persistencia de la memoria
Salvador dalí
Sin embargo, que no haya sonido algún no quiere decir que no haya comunicación. El silencio ayuda en pausas reflexivas que sirven paras tener más claridad de los actos. El silencio es igual de importante que el sonido porque sin sonido no se podrían hacer silencios. En la música por ejemplo, sin silencio las canciones serían muy rápidas y no habría tiempo para que respirara quien está interpretando. Generalmente el silencio sirve de pausa reflexiva tras una comunicación, para ayudar a valorar el mensaje. Más allá de la simple puntuación, el silencio puede utilizarse con una intención dramática puesto que el silencio revaloriza los sonidos anteriores y posteriores.
Una reflexión final. El mundo que vivimos, donde el vertiginoso avance de la tecnologías de comunicación nos plantean unas posibilidades de interconexión no solo asombrosas y facilitadoras de muchas relaciones, también representan un reto para el manejo del silencio, la prudencia y la discreción necesarias para salvaguardar el secreto masónico. Por tal razón debemos ser especialmente cuidadosos en la utilización de estas herramientas, contener nuestros deseos legítimos de dar a conocer actividades que válidamente desarrollamos, pero que pueden representar en algunos casos develar el secreto de uno de nuestros HH:.

En efecto, en el Libro del Apr:. En el capítulo destinado a los deberes del Apr:. Masón se señala que “Un masón debe abstenerse de divulgar todo aquello que pueda perjudicar a la Francmasonería o a sus miembros. Los medios de reconocerse deben, pues, ser objeto del secreto más absoluto”. Esta prohibición hecha al Apr:. no es levantada cuando se logran otros grados, por lo tanto aplica a todos los masones y debemos tomar entonces especial conciencia de las consecuencias de obrar imprudentemente en la divulgación a través de las nuevas tecnologías.



Es mi palabra V.M

BELD
C:.M:.