miércoles, 16 de octubre de 2019

Querida Hermana


Nunca me imaginé escribir estás líneas, para esta despedida, te encantaba que escribiera y eras la que más celebrabas mis trabajos, pero jamás creí llegarlo hacer para este motivo tan doloroso, que embarga todo nuestro ser..
Fuiste una mujer con una energía maravillosa, eras luz para el mundo, ibas danzando por la vida tocando almas a tu paso, siempre tuviste, a su tiempo, una sabia palabra, un sabio consejo, una palabra de aliento, un hombro en el cual recostarse, unos brazos para abrazar, unas manos para ayudar, tu cumplías fielmente ese juramento de ayudar de manera desinteresada y comprometida a la humanidad, antes que recibir, dabas, antes que hablar, escuchabas, antes que ser comprendida, comprendías.
Fuiste maestra de muchos; no solo de tus alumnos, a los que les dejaste grandes enseñanzas de Derecho, les enseñaste lo más importante, ser profesionales que aporten y ayuden a la sociedad.
En tu grado de maestría, enfocaste el servicio a las personas. En mi caso personal, llegaste a mi vida cuando me encontraba en medio de tinieblas, cuando me sentía sola y sin esperanza; me enseñaste que la felicidad no era solo un sueño, que la felicidad se construía todos los días, con todas las pequeñas cosas que hacemos a diario, que teníamos que tomar decisiones porque si no lo hacíamos, la vida lo hacía por nosotros, que veníamos a este mundo a ser felices y que lo demás llegaba por añadidura, que podía rehacer la vida en cualquier momento, danzar por el mundo, que si eras feliz podías tocar y ayudar a muchas más personas, empezando por mi hijo y mi familia. Cuando no tuve fe y la esperanza estaba perdida, tú me la diste, con tu carisma, con tus sabios consejos, partiendo no desde los libros, sino desde tu experiencia personal.

Siempre me decías: “Hermanita mira yo ya viví eso, yo ya pasé por ahí, deja fluir, todo esto hace parte del proceso …”.  
Eras una mujer tan familiar, amabas tanto a tu familia; a tus hijos a tu madre y a tus hermanos, todo el tiempo me compartías de ellos, me los mencionaste tanto, que hoy estoy convencida de que somos un solo hilo, un solo tejido que todos somos uno.
Amabas tanto a la familia y eras un ejemplo para ello que, en nuestra amistad, prontamente llegaste a conformar lazos tan cercanos y tan fraternos con todos los míos, desde mi padre al cual siempre respetaste y admiraste desde sus diferencias hasta quien hoy es mi esposo; a mi hermana que tanto te amaba y que todo el tiempo buscaba de ti; mis hijos y mi sobrino, que siempre te esperaban para jugar contigo. 
Compartimos nuestro escenario profesional, fuiste nuestra coach de familias en los planes de gobierno corporativo y familias empresarias por todo el país, tuvimos la fortuna de viajar juntas y después de que entrabas con esa fuerza y esa energía a recomponer y facilitar los procesos para reconducir las empresas y a las familias empresarias, ya nadie al interior volvía a ser igual, tal como lo dijo mi socio, perdimos no solo a una profesional comprometida, organizada, seria, dispuesta y honesta, sino a una amiga que en poco tiempo llegó a ser entrañable.
Me enseñaste que la edad no la dice la cédula, si no el corazón y me ayudaste a vivir con un corazón joven y feliz, viviendo día a día, paso a paso, tenías completamente claro que la vida se extinguía en cualquier momento y que cuando partieras hacia el Oriente Eterno no querías llegar con deudas o pendientes, así que viviste todos los días como si fuera el último.
Hoy sé que Dios te recibió con los brazos abiertos, que descansas en el regazo de Jesús, y que el Cielo hoy se regocija, puesto que recibió a un JUSTO, que tu afán y cansancio ya no están, que todo ya reposa en Él. 

Pero como duele tu ausencia, que vacío tan enorme, que pérdida tan grande para los que quedamos aquí, DUELE, DUELE MUCHO. 
Solo me queda decirte que te nos adelantaste, pero estoy convencida que pronto nos encontraremos y que ESNEDA GONZALEZ VALENCIA no murió, no está en estos despojos mortales que ahora despedimos, quedas en el corazón de cada uno de nosotros.

Tu ejemplo, tus enseñanzas, tus abrazos, tu compañía y tu palabra de fe, de alegría y de felicidad nos habitarán por siempre.

Te amaremos eternamente.

DLGM

M:.M:.