miércoles, 19 de julio de 2017

Sobre la laicidad en la OMMI

La laicidad del Estado y de sus instituciones es ante todo un principio de concordia de todos los seres humanos fundado sobre lo que los une, y no sobre lo que los separa. Este principio se realiza a través de los dispositivos jurídicos de la separación del Estado y las distintas instituciones religiosas, agnósticas o ateas y la neutralidad del Estado con respecto a las diferentes opciones de conciencia particulares.

Puede definirse la laicidad como un régimen social de convivencia, cuyas instituciones políticas están legitimadas por la soberanía popular y no por elementos religiosos.
Si la laicidad designa el estado ideal de emancipación mutua de las instituciones religiosas y el Estado, el laicismo evoca el movimiento histórico de reivindicación de esta emancipación laica. 
Dánae, Venus y Adonis, las primeras poesias.
Tiziano
Museo del prado, Madrid

La laicidad pretende un orden político al servicio de los ciudadanos, en su condición de tales y no de sus identidades étnicas, nacionales o religiosas.
El término laicidad viene del vocablo griego laos, que designa al pueblo entendido como unidad indivisible, referencia última de todas las decisiones que se tomaban por el bien común. El laicismo recoge ese ideal universalista de organización de la ciudad y el dispositivo jurídico que se funda y se realiza sobre su base.

La laicidad descansa en tres pilares: La libertad  de conciencia, lo que significa que la religión es libre pero solo compromete a los creyentes, y que el ateismo es libre pero solo compromete a los ateos; la igualdad de derechos, que impide todo  privilegio público de la religión o del ateismo; y la universalidad de la acción pública, esto es, sin discriminación de ningún tipo. Esas son las tres exigencias indisociables del laicismo, afirma Henri Peña-Ruiz

A continuación un fragmento del discurso de la Gran Maestre Ivette Ramón al entregar su cargo

“Como a veces se me han pedido explicaciones en relación a una sola palabra de nuestra Constitución, introducida en 1997 y luego explicitada en 2012, la palabra laicidad, deseo aportar una precisión que finalmente debería poner un término a desacuerdos que no tienen absolutamente ningún espacio en el seno de nuestra Orden.
Ciertas interpretaciones de este concepto continúan siendo totalmente fantasiosas, generando de esta manera unos desarrollos y unas posiciones incompatibles con el espíritu masónico de LE DROIT HUMAIN.

La laicidad no es el rechazo de las creencias o de las religiones. Tampoco se trata de un combate contra unas y otras. La laicidad no es un dogma.
La laicidad no es una religión atea que sería discutida en un plano filosófico. La laicidad es un principio de respeto mutuo, recíproco, de las creencias o de las nocreencias, de las convicciones de cada uno dentro del espacio común, dentro del espacio público. Bajo la amenaza de conflictos, de intolerancia, de guerras de religión, de comunitarismos, que están al lado opuesto de las concepciones de LE DROIT HUMAIN, las creencias, las no-creencias y las convicciones, deben permanecer en la intimidad de cada uno, sin proselitismo.

Este respeto del otro, fundamento de nuestra institución masónica, que deja a cada uno su espacio personal dentro de su intimidad, es la principal condición de la vida armoniosa dentro de nuestras logias, dentro de nuestras jurisdicciones, dentro de nuestras federaciones.

La laicidad, tanto dentro de la vida masónica como en el espacio de nuestra vida profana, es un código de comportamiento, pero también un principio constitucional en LE DROIT HUMAIN: este principio aplicado, permite a los Hombres y a las Mujeres el poder entenderse, el poder vivir en buena armonía sin barreras comunitaristas.

En consecuencia, nuestros rituales no deben mostrar ninguna evidencia de pertenecer a una creencia, incluso bajo formas alteradas, y por parte de los profanos, las Hermanas y los Hermanos no deben exigirles nada más que el hecho de ser hombres y mujeres libres y de buenas costumbres, deseosos de trabajar honestamente a su propio progreso y al progreso de la Humanidad.”

GGC
V:.M:.


domingo, 16 de julio de 2017

Instalación de Oficiales Jacques de Molay

Voy a permitirme iniciar esta Plancha con una cita de la divina comedia de Dante Alighieri en el Canto 1 del infierno:

“A la mitad del viaje de mi vida me encontré en una selva oscura, por haberme apartado del camino recto.

¡Ah! Cuán penoso me sería decir lo salvaje, áspera y espesa que era esta selva, cuyo recuerdo renueva mi pavor, pavor tan amargo, que la muerte no lo es tanto.

Pero antes de hablar del bien que allí encontré, revelaré las demás cosas que he visto.

No sé decir precisamente cómo entré allí; ya que adormecido estaba cuando abandoné el verdadero camino.

Pero al llegar al pie de una cuesta, donde terminaba el valle que me había llenado de miedo el corazón, miré hacia arriba, y vi su cima revestida ya de los rayos del planeta que nos guía con seguridad por todos los senderos.”
La Barca de Dante
Eugene Delacroix
Museo de Louvre, Paris

La escalera iniciática asciende hacia la luz del conocimiento, pero sus giros no son ajenos a los claro oscuros que propician los recodos y los ángulos propios de la senda masónica.

En ocasiones se observa el lejano resplandor del delta radiante, alternado por momentos de oscuridad entre las sombras del espíritu humano.

Para Dante, la mitad del viaje de la vida se refiere al medio día masónico, aquel momento de superflua lucidez donde la madurez apenas es un esbozo del futuro, y en el cercano pasado, aún se siente el ímpetu de la juventud que alcanza el culmen de los deseos y los anhelos.

Este, queridos hermanos, podría ser el caso de nuestro taller.

Hemos recorrido algunos años construyendo sobre columnas fuertes y hermosas, relucientes de sueños y soldadas con dedos entrelazados producto de cientos de cadenas de unión en logia.

Somos el producto de un trabajo único, donde los obreros calificados han contribuido con una capa tras otra de mampostería fina, con la libertad como aliciente y la fraternidad como pegamento vivo.

Adormecido en procura de su guía, entro Dante al primer círculo del infierno, tratando, en medio de la bruma y la desesperanza, de encontrar a Virgilio.

Con el llevaba el difícil lastre de sus pasiones; de aquellas pesadas maletas que tanto nos cuesta dejar, el orgullo, la envidia, la ira, las ansias de reconocimiento y de poder, aquellas que a pesar de que en el mundo profano tengan alguna utilidad, solo sirven en el mundo masónico para darse cuenta de lo difíciles que son de llevar y que solo logran hundir los zapatos y hacer más difícil el tránsito por la diminuta puerta de la iniciación.

Sin embargo, la luz siempre está allí, en el planeta que Dante consideró seguro, el camino hacia la verdad, hacia la realidad de las cosas que se logran entender.

Siempre habrá un camino entre las dificultades, siempre seremos viajeros de la espiral de un ADN colectivo, que tiene la misma estructura de la escalera que decidimos iniciar, la misma de Rembrant en su meditación filosófica y de Da Vinci en su juan bautista.
El filosofo en meditación
Rembrandt
Museo de Louvre, Paris


Somos los depositarios de una tradición de ciencia mágica o de creencia escéptica, un crisol de posibilidades tan infinito como las estrellas de la bóveda celeste, donde los afinados telescopios de los masones siempre apuntan tratando de develar el enigma de los tiempos.

Nuestro taller toma fuerza luego de que las hogueras del solsticio encendieron los corazones de sus miembros, dejando que el trigo y el vino se mezclaran en esa intima luz propiciada por los pergaminos del ayer, del pasado, desde el cual se proyectan nuestros ancestros para marcar un nuevo camino hacia el oriente.

Juntos queridos hermanos y apoyados por nuestros amigos verdaderos, todos presentes en esta cámara de francmasones, tomaremos un legado de honor, de perseverancia y de lealtad y lo convertiremos en un nuevo faro desde donde nuestros mandiles logren reflejar la luz que emana desde la brillante y eterna estrella del ara de los juramentos.

Los invito hermanos a caminar juntos, corazón con corazón, busquemos confiados al Virgilio que va a nuestro lado, aquel que tiene cara de amigo, de hermano, de maestro o de aprendiz.


Es mi Palabra.

GGC
V:.M:.