lunes, 17 de febrero de 2020

La educación en el capitalismo del siglo XXI (1)


El incansable propósito del ser humano por progresar, mejorando su nivel de vida en todos los aspectos, desde lo conceptual hasta lo procedimental, pasando por el inevitable tránsito de la razón y la aplicabilidad de saberes; se ha transformado en el motor de un mundo en constante cambio. Desde la revolución industrial y la consolidación de las grandes potencias occidentales postmodernas, se suscitó una necesidad creciente de optimización de recursos y de mejoramiento de procesos tendientes a la potenciación de la productividad y al crecimiento económico como fuente de progreso y de monopolización del poder político (Gimeno sacristan, 2001).

La educación por su parte, ha sido objeto de constantes cambios dependiendo de las necesidades propias de cada civilización y ha servido como instrumento de control y de regulación de las sociedades sin importar su evolución, contexto social o su momento histórico.

A finales del siglo XIX, se propuso implementar un nuevo modelo económico basado en la planeación, organización y mecanización de los medios de producción de la época, convirtiéndose en el precursor de la administración y el diseño industrial. Su método se basaba en mejorar las condiciones del patrono y el trabajador con el fin de aumentar la producción, en vista de la creciente aparición de tecnologías aplicadas al sector industrial y las constantes dificultades asociadas al factor humano y la mano de obra. Fue aquel modelo, en donde las ciencias positivas se fueron infiltrando en las más íntimas relaciones del ser humano, el que se quiso aplicar a todos los aspectos de una sociedad basada en las oportunidades, el mercado y el comercio desmedido, mezclado con la búsqueda de un poder político absoluto.

Las relaciones humanas y sociales son complejas, cambiantes y dinámicas, ya que dependen de la intensa variabilidad biológica, cultural y conductual de cada comunidad y de cada individuo. La posibilidad de incluir estas características en un modelo de rígido con un marco positivista, donde los métodos son estándares de calidad y los resultados son medidos por estadísticas de producción, no es lógicamente viable.

A mediados del siglo XX el avance de la industria y del modelo económico capitalista, dio paso a una tendencia social basada en el desarrollo de los medios de producción en masa y a la simplificación de la relación entre los individuos y su entorno, de modo que el monopolio de la información y de los destinos colectivos, este garantizado.


Marilyn Monroe
Andy Warhol 1967

Con un panorama sombrío para la educación basada en el humanismo, surgieron corrientes políticas que adoptaron la tecnología educativa como método de diseño de nuevos currículos, donde el instruccionismo era lo general y la diversidad cada vez perdía más terreno frente a la estandarización de las ideas y los procedimientos.

Los parámetros de medición de la calidad de la educación tomaron un tinte netamente productivo donde la racionalidad humana, la sensibilidad y los factores sociales y culturales perdieron toda validez. El proceso formativo toma un rumbo predecible, donde las categorías del ser humano se reducen al control  de un modelo reduccionista propio de la industria de las masas y las producción en serie (Atehortúa, 2012).

En las décadas posteriores a la segunda guerra mundial, surgió un grupo de pensadores y filósofos dedicados a la reflexión del ser humano como potencia principal en el proceso de cambio y evolución de las condiciones sociales que se relacionan con el desarrollo de las sociedades, incorporando conceptos tales como la justicia social y la explotación del potencial humano determinado y expresado por la capacidades individuales y colectivas. 

En una interpretación más humana de la técnica se propone al hombre como actor fundamental del progreso teniendo en sus manos la dirección del progreso técnico y ve en éste, la posibilidad de la libertad subjetiva: exoneración del trabajo físico, eliminación de riesgos, marco más amplios entre medios alternativos, ampliación del ámbito de conducta y la posibilidad de darle un sentido a la historia.

La educación, como proceso inherente a la evolución de la sociedad humana, ha transitado por un sin fin de estrategias en busca de ser un factor determinante en la relación entre los individuos y el medio en el cual subsisten y se desarrollan. Este proceso requiere de la apropiación, por parte de los profesores, de diversos modelos teóricos, que de alguna manera, conduzcan sus esfuerzos y permitan que la práctica de la labor docente tenga un marco confiable basado en teorías y postulados que evolucionan al igual que las necesidades de los modelos socio-culturales.

GGC
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