La primera acción que realizamos al
salir del vientre materno es respirar, es decir “aprender a respirar” un nuevo
aire, que se convierte desde nuestro primer momento en tierra, en el motor, el
alimento, el hilo vital que nos guiará a través de nuestras vidas.
En el transcurso de mi vida no
había tenido que dar tantas veces gracias por poder respirar, como este año y
todo por efectos de una pandemia que me ha llevado a ser consciente de la magia
de las pequeñas cosas; porque respirar podría ser uno de esos “pequeños
detalles” de la vida que actualmente es posible mirar como uno “gran”; que ha
quedado al descubierto por el uso del tapabocas y me ha llevado a sentir de
diferentes maneras el aire que entra por mi nariz, a veces suavemente y muchas
veces de manera brusca, pero en ambos casos con la vitalidad necesaria para
sentirme feliz de estar viva.
Y mientras me hago consciente de mi
cuerpo y mis funciones vitales, percibo con mayor fuerza el movimiento
histórico actual, no solo “re-aprendiendo” a respirar, sino, a cuestionarme, a
aceptarme y a agradecer por cada pequeño regalo que recibo día a día, como ese
rayo de sol que entra por la ventana, el delicioso almuerzo que pude comer hoy
y esas video llamadas familiares: en este punto de adaptación y fortaleza, es
donde me encuentro en este momento como aprendiz masón, percibiendo con más
detalle la importancia de la simplicidad de la vida, en medio de una crisis
planetaria que llegó a Colombia, estando ya en crisis, con tantas paradojas y
sin sabores sociales que tienen que llevarnos más temprano que tarde a mirar a
nuestros semejantes con igualdad, respetando lo que nos queda de libertad y
anhelando un poco de solidaridad, que debería transformase en amor fraterno,
especialmente en momentos de incertidumbre, como este.
Respirar Bruno Banalli |
“Fraternidad e Igualdad”
Quiero hacer relación a un término que ha tomado fuerza en el contexto de la pandemia, “la sindemia”, que desde la mirada de salud pública tiene que ver con “la coexistencia de dos o más fenómenos con potencial epidémico a la misma vez , con características sociales comunes y que interactúan a nivel biológico, psicológico y social” En la actualidad, un posible ejemplo es el dengue con la infección de coronavirus; pero, la mirada que me interesa, tiene que ver más con las implicaciones sociales, ya que este término puede acuñarse para hacer referencia a las amenazas que afectan a la sociedad actual, presentes de manera simultánea, como crisis económica, cambio climático, pobreza o discriminación de género.
En medio de la crisis actual donde
se ve aumentada la vulnerabilidad de la población que ya estaba en condición de
vulnerabilidad, por efectos de pobreza y discriminación, es maravilloso ver los
gestos de solidaridad de todos, que van desde estrategias de asistencialismo
como iniciativa de sectores institucionales y privados buscando solucionar la
necesidad inmediata y justificar situaciones de desabastecimiento; entregas de
ayudas alimentarias y auxilios económicos por parte de particulares que no
quieren quedarse de brazos cruzados esperando que el “virus pase”, hasta la
re-aparición de movimientos de “trueque y economía solidaria”, pasando por otra
cantidad de reacciones impulsivas por parte de todos las familias que han
perdido sus trabajos y aquellos que como trabajadores independientes viven del
día a día y se han visto suspendida su posibilidad de ingresos.
En esta ocasión deseo resaltar la
estrategia de Trueque, de la mano de Economía Social y Solidaria, la cual está
estrechamente ligada al desarrollo local, enraizada en el territorio y la
comunidad como objeto y sujeto de su propuesta; en este sentido, se utilizan
recursos endógenos y es “autocentrada, priorizando la satisfacción de las
necesidades locales con recursos locales, fomentando las capacidades y el
desarrollo de los territorios desde una perspectiva integral, esto es,
generando renta, vínculos y cohesión social, promoviendo procesos de
empoderamiento”.
¿Será que este tipo de economías
pequeñas que nos llevan a cuestionarnos con respecto al modo que consumimos y
la cantidad de impacto que generamos al planeta durante este proceso, puede
incitar en nosotros cambios de hábitos? ¿tal vez hablar de una “economía
igualitaria”, en la que los productos básicos de primera necesidad puedan estar
al alcance de toda la población, pueda incitarnos a ser más empáticos?
Hemos estado acostumbrados a hablar
en el marco de esta “sindemia”, de todos aquellos culpables de las situación
que vivimos y presentamos a los gobernantes como los principales actores
causantes de todo esta locura, pero en donde está nuestra responsabilidad
ciudadana, en medio de gobiernos “demócratas” con gobernantes elegidos por nosotros;
por qué no emprender tareas que permitan re plantear nuestros estilos de vida,
con consumos responsables, siendo solidarios con nuestros semejantes y actuando
de tal manera que se cumpla lo que plantea el sociólogo Boaventura de Sousa
Santos en su libro La cruel pedagogía del virus: “El futuro puede comenzar
hoy”.
Es mi palabra
LBL
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