El futuro hace parte de las fugaces visiones de los hombres y de las sociedades. Es una idea, una metáfora, un camino difuminado que vemos perderse entre los velos de la imaginación.
Hablar del futuro de alguien o de algo es solo una
especulación, un prospecto de vaticinio que tiene tintes emocionales con una
gran carga de deseos y sentimientos.
El Jardín de las delicias El Bosco, Museo Nacional del Prado, Madrid |
Las ciencias creadas por la humanidad apuntan a tener
opciones seguras en diferentes aspectos, la comodidad de una proyección en aras
de mejorar la calidad de los horizontes, es una apuesta a la que todos queremos
ir, pero que no tiene estrategias infalibles o fórmulas mágicas que aseguren
que los conceptos presupuestados se cumplan como una regla de la matemática, la
cual incluso, podría llegar a ser tan relativa como la misma existencia.
Hoy nos enfrentamos a una época acelerada, digital,
virtual e impersonal, una época de pandemias, de aislamiento social, de
movilizaciones ciudadanas violentas y de violencia de estado, una época donde
los vientos de guerra y la amenaza nuclear dejaron de ser ficción.
Los masones transitamos en la modernidad de un
presente dinámico que varía según las tendencias económicas, las ideologías
políticas polarizadas y un ambiente de globalización, donde las fronteras
geográficas se mantienen, pero las humanas son cada vez menos claras.
Hacemos parte de un futuro diseñado en el siglo XX ,
que no se parece en nada a los seres vestidos con atuendos brillantes , con
antenas en la cabeza y con poderes telequineticos que mostraban las películas
de los años 50 y 60. Por el contrario, en nuestro flamante siglo XXI,
encontramos al interior de las logias a unas personas vestidas de color oscuro,
con bandas, mandiles, caduceos, espadas, velas, candelabros y finos lenguajes,
más acorde con el siglo XVIII, que con
la época de la red mundial de información y la volatilidad de las tradiciones.
No obstante, nuestro trabajo basado en la ritualista y
la simbología continua tan vigente hoy, como tres siglos atrás, es una cuestión
de evolución y de adaptación, las mismas que han garantizado la supremacía de
la especie humana y que nos han tocado por características innatas, aunque cada
vez mejor aplicadas a los retos de la modernidad.
Nuestro futuro como método y estrategia, se ve
cimentado en la riqueza de una tradición iniciática que tiene múltiples
orígenes y que comparte conceptos con el desarrollo de la civilización
contemporánea y su interacción con los diversos entornos en los cuales se
aplica. Pero ese futuro depende en gran medida de un presente bien aprovechado
y de nuestra capacidad de transformación, dando forma a una propuesta de
trabajo simbólico aplicado a las condiciones reales y actuales de los miembros
de la orden, así como a la realidad social y mundial que nos envuelve.
Los trabajos masónicos deben conservar su gran
fortaleza simbólica y nuestros rituales deben ser el complemento de la
ejecución profana, donde el espíritu humanista cultivado en logia, se expresa
como una sinfonía de saberes, sentires y acciones en torno al progreso de los
seres humanos, incluidos nuestros propios hermanos.
La época actual exige la versatilidad de las ideas y
la innovación de las relaciones.
Somos el resultado de un crisol de conocimientos, de
un sin fin de promesas y de un número infinito de palabras, que no son más que
la expresión de la necesidad constante de los seres humanos por trabajar juntos
entorno al calor de la confianza, de la fraternidad y de los ideales comunes.
Nuestra orden, hoy en día es el futuro de la masonería
tradicional, nuestra propuesta de inclusión social, de género y de libre
pensamiento, la laicidad con respeto y tolerancia, así como nuestra tendencia
fraterna, hacen juego con la heterogenicidad de los métodos de la civilización
actual. Nuestro presente cambiante y modulado debe ser la fortaleza donde se
cimentan las bases de aquel futuro incierto, pero con buenas perspectivas.
La francmasonería moderna exige un presente digno de
su pasado.
Nuestra orden debe continuar en un ascenso en búsqueda
de la verdad y de un mundo más justo, más humano, más libre y más tolerante con
las diferencias de cada cual. Tenemos un futuro por construir, donde las
piedras pulidas van a ser acomodadas, no por las llanas y los palustres de los
obreros calificados, sino por las hábiles manos de seres que evolucionan con el
cambio y que se adaptan permanentemente a su entorno.
Es mi Palabra GGC