jueves, 21 de noviembre de 2019

Perspectivas para el cambio


La cortina se ha elevado dejando pasar la luz que con un delicado calor me recibe tras un largo camino, sendas que al atravesarlas me han impregnado de la maravillosa esencia de su aroma dejando marcas en una obra de la cual apenas se conocen sus primeros trazos. 

Es una búsqueda que a veces implica renuncias, otras más implican asumir las transformaciones internas para hacer de la prédica y del deseo un arte de la coherencia y la práctica. Algunas vías insisten en el silencio, la austeridad, la palabra cuidadosa y la visión amplia del amor desmedido, otras nos hacen escoger la pasión, la fuerza de las ideas y el impulso irrefrenable de nuestra voluntad hasta alcanzar el mundo de la belleza y desatascar la felicidad, buscando darle paso a la comprensión afectuosa de lo que vamos siendo y de nuestra influencia sobre aquello que nos rodea.

No obstante, la senda se ilumina solo hasta donde nuestros pies traspasan el umbral de la penumbra, en adelante continua al margen de cualquier visión consiente, aquel horizonte inhóspito será el siguiente paso en un camino personal que no exige derrumbar grandes paradigmas, ni desentrañar antiguos símbolos, ni demostrar algún tipo de poder, ni actos heroicos de placeres desconocidos. Lejos de las técnicas exóticas y pintadas de misterios, sólo hay que observar, aceptar y actuar con sencillez, arriesgarse a vivir con la plenitud de nuestros sentidos y dejar que las maravillas impresionen nuestra retina cada día.
Peña bonita
Valinore

Tomar la decisión de estar en una vía de conocimiento es poder ver que la vida es cotidiana, es ahora, es en este instante. Es admirar la belleza y la bondad de caras nuevas, es abrir el corazón a la luz de una mañana que aún podemos percibir, es saborear el afecto de las almas que nos acompañan y nos llevan de la mano en algunos tramos y saber que nuestra existencia es un regalo de una naturaleza generosa. El camino de búsqueda interior es estar dispuesto e inocente para sonreír y maravillarse por lo que nos sucede hoy. No hay otro poder más grande, no hay otra fuerza mayor, no hay un mejor éxito que la vida que vivimos: maravillosa porque estamos vivos, magnífica porque es única, amorosa porque estamos con otros, espiritual porque nos une, preciosa porque es la nuestra.

En la vía del conocimiento, lo simple no puede ser indiferente a los otros y es con la decisión y apuesta diaria por lo sencillo que se conoce la libertad.

Ninguno de los viajes íntimos y esotéricos pueden tener fin ni arribar a puertos seguros; sufren de las mismas seducciones de poder, de la inocencia o del delirio de las sociedades. Cualquier navegante de sí mismo requiere de tantas brújulas como dosis de intuición, porque en cada atajo encontrará resguardadas de la luz las deficiencias que lo hacen débil y que a veces se confunden con verdades absolutas, sobre todo cuando se aventuran desde donde las ceremonias rompen con lo cotidiano.

Los caminos hacia lo desconocido rompen el escudo de la indiferencia, hacen de nuestros pasos cinceladas de esperanza y retumban en los ecos de la incapacidad como vibrantes campanadas de luz y determinación, dar un paso más cuando las apuestas están en contra, hace que la constancia se fragüe y se endurezca hasta constituirse en la espada de un guerrero tan capacitado como sensible, tan competente para combatir en las batallas de la omisión como hábil a la hora de demostrar sus emociones.

Rondar el camino propio hacia el interior oscila entre momentos de introspección y aquellos en que se arraiga la vocación profunda por el deambular en un mundo vestido de ideales, guerras y propósitos. Por eso, el equilibrio entre mirar hacia adentro y mirar hacia afuera es parte de la mezcla mágica del caldero del alquimista y del aprendizaje de sí mismo.
Es dentro de cada cual, dando un paso tras otro en el laberinto de nuestra existencia donde hallamos la manera de percibir lo infinitamente pequeño de nuestro mundo o las pequeñeces infinitamente importantes de las que se compone. 
El bosque
Valinore

Tal vez no es lo uno o lo otro sino lo uno y lo otro para disfrutar la propia encarnación y darse el lujo de abrir y cerrar los ojos, de ver y no ver, de creer y no creer, de amar y seguir amando, de dar y recibir, de soñar y construir, de escuchar y de decir, de compartir y darle una nueva vuelta al mundo.

Los nuevos caminos exigen pasos renovados que dejen en el suelo huellas bien dibujadas, pasos que perduren en el tiempo y la distancia, marcas indelebles de un transcurrir de pasión y entrega, pasos que nos recuerden la fuerza del espíritu y la belleza de saber modelarlo.

GGC
M:.M:.

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