sábado, 30 de mayo de 2020

Del abrazo virtual a la Iniciación con guantes de látex


La masonería es una institución centenaria, enmarcada en una extensa tradición iniciática que ha recogido simbología de múltiples tradiciones filosóficas y de diversos orígenes y épocas de la historia humana; desde la antigua mitología egipcia de Isis, Osiris y Horus, hasta el platónico mito de la caverna.
Hemos estudiado los rituales iniciáticos de la edad media y nos hemos maravillado con los atrevidos cambios en el pensamiento occidental de Descartes y Kant. Hemos transitado entre la revolución francesa, la ilustración, la modernidad y los nuevos paradigmas sociales y políticos del siglo XX. La masonería ha logrado superara la persecución, las guerras mundiales y las debacles económicas de los periodos de recesión mundial.
Pero ¿Esta la masonería preparada para enfrentar los nuevos retos que nos propone el siglo XXII?
Muchos se extrañarán de la inclusión de este número en la pregunta anterior, ya que apenas estamos iniciando la década de los 20 del siglo XXI, no obstante, los seres humanos siempre hemos, por naturaleza, pensado en nuestro futuro cercano, y si bien, no estaremos para ver esa ilusoria época, podríamos plantearnos, con lo que vivimos hoy, ¿cuáles podrían ser los retos de los masones del próximo siglo?
Al principio de este escrito inicie hablando de la tradición masónica, haciendo un recorrido por nuestro vasto universo simbólico, pero acá debemos pensar en algo, todos nuestros rituales y ceremonias, toques y palabras, iniciaciones y aumentos de salario, dependen de algo que podría empezar a cambiar con la llegada de las pandemias (lo digo en plural, ya que es probable que esta sea la primera de varias en el siglo de transitamos), me refiero al hecho de estar “presente”.
Nadie podría imaginar una ceremonia de iniciación donde el sabor del vinagre, el correr del agua, los tórpidos primero y segundo viaje y la espada apuntando al corazón, sean reemplazados por elementos de realidad virtual, o por una experiencia 3D.
El iniciado, además podría estar en otro continente, pero conectado tecnológicamente con su logia de origen, lo anterior entonces cambiaría para siempre el concepto de los “orientes y las obediencias”, ya que el lugar geográfico de una logia podría ser cualquier lado, incluso “en la nube”.
Christian Steagall Conde
2020

El otro factor que podría desmotivar el hecho de estar presente es el contacto cercano, o como lo dicen los epidemiólogos, el contacto estrecho, lo cual se refiere a la posibilidad de trasmisión de enfermedades por estar cerca de otros, lo cual no es nuevo, ya que sabemos que muchos de nuestros antepasados iniciados ilustres murieron de tuberculosis o de cólera, enfermedades altamente contagiosas, no obstante solo hasta ahora, nos imaginamos guardando distancia, usando tapabocas en vez de bandas decoradas, cambiando los blancos guantes bordados por unos profanos guantes de látex, evitando el abrazo fraterno y fijándonos bien de habernos roseado el vestido con una buena cantidad de alcohol antiséptico.
Estamos entrando en la masonería de la era tecnológica y de la pospandemia COVID19, pero me vuelvo a preguntar ¿Podrá la masonería refundarse en medio de este atentado a uno de sus elementales fundamentos?, el contacto con el otro.
En vista de la contingencia por la que atravesamos, tendemos a pensar que volveremos a ser los mismos, y que solo es cuestión de que pase el peligro este virus SARS, pero la realidad es que la manera como nos relacionamos con el medio ambiente y los seres que lo habitan es insostenible, la contaminación del medio ambiente nos traerá nuevos retos de salud, nuevos virus van a mutar y nos va a volver a alcanzar, hemos comprendido que el contacto físico puede ser la base de la fraternidad, la calidez que nos ofrece la cadena de unión (sin guantes), y la vivencia de nuestros símbolos más poderosos, pero también el origen de nuestros más profundos temores epidémicos, cada vez más complejos y mejor comprendidos.
Hemos llegado a un punto de la evolución en la que la nueva francmasonería tendrá de reinventar su manera de funcionar; y es posible que sus principios se mantengan erigidos como las columnas del Partenón de Atenas, pero lo que si debemos pensar es en como lograremos cambiar el abrazo por un encuentro por videollamada, las palabras susurradas por un password y que los encuentros presenciales y nuestras elaboradas ceremonias podrían reemplazarse por un tutorial interactivo.
Hemos llegado al punto donde debemos adaptarnos y superar la velocidad de los terabytes y de las mutaciones, de las interfaces y los aerosoles infecciosos, de los gigapixeles y las replicaciones de un virus que nos ha puesto en jaque.

Es mi palabra 

GGC
M:.M:.

sábado, 9 de mayo de 2020

Del COVID19 a la vida en HD


La pandemia por COVID 19, a diferencia de la última gran epidemia de gripe española de 1918, encuentra una sociedad absolutamente diferente en tan solo 100 años. Los avances de la sociedad actual han sido tan acelerados, que en los últimos 20 años dimos un giro dramático en todos los aspectos posibles de la humanidad; la puesta en marcha del internet y la consolidación de la sociedad digital, modifico para siempre la manera de relacionarse y convirtió al mundo natural en algo obsoleto y secundario, dando paso al mundo virtual, moderno y tecnológico.
Esta pandemia en especial, nos encuentra interconectados al máximo, tanto que los eventos benéficos para mitigar el efecto económico del asilamiento, se hacen en línea, y desde los rituales religiosos, hasta los encuentros familiares, ahora se hacen en una pantalla y con audífonos.
No obstante, y a pesar de los avances, parece que lo que no cambia es la desigualdad social, que desde tiempos antiguos va de la mano con la historia de la humanidad.
Chistian Steagall Conde
2020

¿Podría esta crisis global dar lugar a algún tipo de revolución social? Una revolución tan inédita como la misma pandemia; que fuese acometida sin grandes movilizaciones y se viera soportada mediante reformas de gran impacto. Que contemplara unas reglas de juego menos determinadas por los intereses estrictamente económicos. Que generara un contrato social nuevo y nunca antes visto, que partiera de las prioridades vitales de todos los ciudadanos.

En los últimos meses hemos presenciado dos fenómenos interesantes, el primero es que el virus es una suerte de justiciero, ya que a pesar de que la población más afectada son los hombres de mayor edad, la infección no discrimina a pobres de ricos, a blancos de otros colores, a judíos, musulmanes o cristianos, ni pone en la balanza la identidad de género, los gustos musicales o el saldo en el banco.
Este virus nos ha recordado que todos somos vulnerables y susceptibles, y mientras no se conozca un fármaco efectivo contra la infección o se desarrolle una vacuna todos estamos en riesgo de encontrar algo, que para algunos es una idea lejana, la muerte.
El otro fenómeno llamativo es que durante esta situación recobraron valor algunas cosas que habíamos dejado de lado y que parecían obsoletas o pasadas de moda, entre ellas, el valor del contacto con el otro, la socialización real y natural, el abrazo, la mirada y la calidez de otras manos.
Con toda seguridad y por un tiempo, una vez logremos superar las fases más críticas de la pandemia, volveremos a encontrarnos y ojalá volvamos a la mesa, pero sin tener que estar mirando el celular todo el tiempo, ojalá volvamos a las calles, pero a disfrutar del paisaje y de ver pasar a otros, y no a transitar como hormigas sumidas en un aislamiento interno y voluntario con unos audífonos blancos e inalámbricos. Seguramente reconoceremos de nuevo nuestro medio ambiente y nos vamos a maravillar de nuevo con el aire limpio y las montañas verde azules del horizonte, pero ojalá no volvamos a considerar el ambiente como algo externo, diferente de nuestra esencia humana, y no continuemos llenado los mares de plástico, la tierra de icopor, y los ríos de costales de escombros.
Nos hemos encontrado en medio de una pandemia global, que no discrimina, pero que nos ha dado la posibilidad de ver hacia el exterior y hacia el interior, de reconocer el mundo en el que vivimos; el de afuera, sagrado, natural, prístino y poderoso; el de adentro, enigmático, personal, reconfortante y productivo.
Se nos pide quedarnos en casa el tiempo que haga falta y no caer presas del pánico. Debemos hacer un ejercicio simultáneo de responsabilidad individual y social, para no contagiarnos y no propagar la epidemia. Salvar nuestras vidas es una prioridad indiscutible. En contadas ocasiones un desafío nos plantea que todos nos lo jugamos todo al mismo tiempo.
Sin embargo, la crisis de la pandemia podría generar una revolución colectiva promotora de cambios significativos en una sociedad en donde resulten más equilibrados el interés personal y los deseos colectivos.
Es mi Palabra
GGC
M:.M:.