La masonería es una institución
centenaria, enmarcada en una extensa tradición iniciática que ha recogido simbología
de múltiples tradiciones filosóficas y de diversos orígenes y épocas de la
historia humana; desde la antigua mitología egipcia de Isis, Osiris y Horus,
hasta el platónico mito de la caverna.
Hemos estudiado los rituales
iniciáticos de la edad media y nos hemos maravillado con los atrevidos cambios
en el pensamiento occidental de Descartes y Kant. Hemos transitado entre la
revolución francesa, la ilustración, la modernidad y los nuevos paradigmas
sociales y políticos del siglo XX. La masonería ha logrado superara la
persecución, las guerras mundiales y las debacles económicas de los periodos de
recesión mundial.
Pero ¿Esta la masonería preparada
para enfrentar los nuevos retos que nos propone el siglo XXII?
Muchos se extrañarán de la
inclusión de este número en la pregunta anterior, ya que apenas estamos
iniciando la década de los 20 del siglo XXI, no obstante, los seres humanos
siempre hemos, por naturaleza, pensado en nuestro futuro cercano, y si bien, no
estaremos para ver esa ilusoria época, podríamos plantearnos, con lo que
vivimos hoy, ¿cuáles podrían ser los retos de los masones del próximo siglo?
Al principio de este escrito inicie
hablando de la tradición masónica, haciendo un recorrido por nuestro vasto
universo simbólico, pero acá debemos pensar en algo, todos nuestros rituales y
ceremonias, toques y palabras, iniciaciones y aumentos de salario, dependen de
algo que podría empezar a cambiar con la llegada de las pandemias (lo digo en
plural, ya que es probable que esta sea la primera de varias en el siglo de
transitamos), me refiero al hecho de estar “presente”.
Nadie podría imaginar una ceremonia
de iniciación donde el sabor del vinagre, el correr del agua, los tórpidos
primero y segundo viaje y la espada apuntando al corazón, sean reemplazados por
elementos de realidad virtual, o por una experiencia 3D.
El iniciado, además podría estar en
otro continente, pero conectado tecnológicamente con su logia de origen, lo
anterior entonces cambiaría para siempre el concepto de los “orientes y las
obediencias”, ya que el lugar geográfico de una logia podría ser cualquier
lado, incluso “en la nube”.
Christian Steagall Conde 2020 |
El otro factor que podría
desmotivar el hecho de estar presente es el contacto cercano, o como lo dicen
los epidemiólogos, el contacto estrecho, lo cual se refiere a la posibilidad de
trasmisión de enfermedades por estar cerca de otros, lo cual no es nuevo, ya
que sabemos que muchos de nuestros antepasados iniciados ilustres murieron de
tuberculosis o de cólera, enfermedades altamente contagiosas, no obstante solo
hasta ahora, nos imaginamos guardando distancia, usando tapabocas en vez de
bandas decoradas, cambiando los blancos guantes bordados por unos profanos
guantes de látex, evitando el abrazo fraterno y fijándonos bien de habernos
roseado el vestido con una buena cantidad de alcohol antiséptico.
Estamos entrando en la masonería de
la era tecnológica y de la pospandemia COVID19, pero me vuelvo a preguntar
¿Podrá la masonería refundarse en medio de este atentado a uno de sus
elementales fundamentos?, el contacto con el otro.
En vista de la contingencia por la
que atravesamos, tendemos a pensar que volveremos a ser los mismos, y que solo
es cuestión de que pase el peligro este virus SARS, pero la realidad es que la
manera como nos relacionamos con el medio ambiente y los seres que lo habitan
es insostenible, la contaminación del medio ambiente nos traerá nuevos retos de
salud, nuevos virus van a mutar y nos va a volver a alcanzar, hemos comprendido
que el contacto físico puede ser la base de la fraternidad, la calidez que nos
ofrece la cadena de unión (sin guantes), y la vivencia de nuestros símbolos más
poderosos, pero también el origen de nuestros más profundos temores epidémicos,
cada vez más complejos y mejor comprendidos.
Hemos llegado a un punto de la
evolución en la que la nueva francmasonería tendrá de reinventar su manera de
funcionar; y es posible que sus principios se mantengan erigidos como las
columnas del Partenón de Atenas, pero lo que si debemos pensar es en como
lograremos cambiar el abrazo por un encuentro por videollamada, las palabras
susurradas por un password y que los encuentros presenciales y nuestras
elaboradas ceremonias podrían reemplazarse por un tutorial interactivo.
Hemos llegado al punto donde
debemos adaptarnos y superar la velocidad de los terabytes y de las mutaciones,
de las interfaces y los aerosoles infecciosos, de los gigapixeles y las
replicaciones de un virus que nos ha puesto en jaque.
Es mi palabra
GGC
M:.M:.