Escribir estas líneas en medio de
una declaratoria de pandemia es de las últimas cosas que hubiese podido
imaginar hace unos meses. Creo que el contexto ha sido una fuente de
inspiración para escribir estas palabras como una aproximación a la ética, la felicidad
y la masonería, tratando de responder a la pregunta: ¿Hoy qué significa ser masón?
En primer lugar, quiero referirme a
la felicidad un concepto amplio y para muchos impreciso. Schopenhauer a partir
de tres determinaciones básicas: lo que uno es, lo que uno tiene y lo que uno
representa. Lo que somos los masones desde nuestra iniciación, cuando emprendemos un viaje espiritual donde
converge lo que somos y lo que deberíamos ser. No obstante, este trabajo
personal no puede confundirse con la individualidad, por el contrario, es un
viaje que debe emprenderse con propósito colectivo. Bajo esta visión
entonces, sería importante responder tres preguntas: A) Qué implica ser masón
en medio de la pandemia; B) ¿Qué tenemos los masones en la actualidad?; y C)
¿Qué representamos en el presente y el futuro?
Sobre qué implica ser masón en
medio de la pandemia, creo que es un escenario que pone a prueba todos los
principios masónicos y de manera particular la libertad, la igualdad y la
fraternidad.
Se ha trastocado la normalidad y
han quedado en evidencia los grandes problemas estructurales de la garantía afectiva
del derecho. El confinamiento ha sido de las medidas más lesiva de los derechos
humanos, especialmente los fundamentales, que en el marco de un estado de excepción,
estas limitaciones sean admisibles, lo preocupante es que estas medidas
transitorias con el paso del tiempo están ad portas de volverse
permanentes, lo cual pone en riesgo el ejercicio de las libertades tal y
como las conocemos.
Libertad, igualdad y fraternidad,
se encuentran en peligro. La libertad sublime plasmada con la tinta de la
pluma de Rafael Núñez en nuestro himno nacional, empieza a diluirse en el mar
de las restricciones excesivas, el abuso del poder, la arbitrariedad la
censura y el miedo a una pandemia que hubiese tenido otra suerte en América
Latina de no haber sido por la cuenta de cobro que nos está pasando la
corrupción que ha desangrado por años el sector salud, el sistema financiero,
la política sin sentido, la indolencia frente a las realidades sociales que por
años han cosechado desigualdad construyendo brechas que hoy se profundizan y
nos tienen al borde de una recesión sin precedentes.
COVID Museum |
Estamos siendo testigos de todos los valores anti masónicos en el cuerpo de una pandemia, la cual ha sembrado miedo, zozobra y desesperanza. Este panorama sin lugar a dudas es un llamado a retomar las banderas de nuestros principios masónicos, resignificados en una realidad donde la fraternidad y la consciencia del otro son la clave para avanzar en nuestros trabajos. Fraternidad no como agregado simbólico, fraternidad no como una imposición, no como un mito, sino más bien como un imperativo y un compromiso real.
¿Qué representamos los masones en
el presente y el futuro? Eso depende de las decisiones que tomemos en el
presente. El presente constituye el único patrimonio de la vida, que nunca nos
puede ser arrebatado. La felicidad siempre la vemos en el futuro o en el
pasado, nunca en el presente. Vivimos concentrados en el futuro y dándole poca
importancia al presente. Debemos salir del egoísmo estructural donde la
solidaridad se torna imposible. El egoísmo es compatible con la moral del
sentido común y las buenas costumbres. Debemos construir un ético masónico
basado en la resignificación de nuestros principios, un lugar donde no haya
cabida a los prejuicios, pero si a un orden demócrata, solidario, justo,
diverso, cada día más sensible, compasivo, fraterno desde el verdadero sentido
humanista, como sinónimo de integración y edificar así nuestro templo al
progreso y al perfeccionamiento de la humanidad.
Para quienes trabajamos desde distintas profesiones para alcanzar sociedades más libres, igualitarias y solidarias. Para quienes en nuestro quehacer cotidiano defendemos y reconocemos en los otros sus derechos fundamentales consagrados en nuestra Constitución Política, en la que se plasma el compromiso de hacer de nuestro país una República “democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran”, hoy sentimos la necesidad de romper nuestro silencio para dejar que hable la realidad de nuestra patria que con asombro se devela en su plenitud ante la crisis de la pandemia, situándonos en la incertidumbre de un ineludible cambio histórico.
No obstante nuestra frágil democracia, ya casi sin valores que parecen extinguirse ahogados en la corrupción de un neoliberalismo rampante, los ciudadanos de Colombia frente a la enfermedad del COVID 19 confiamos en el único asidero posible, el gobierno y sus estructuras públicas puestas al servicio del bien común como es el mandato Constitucional; sin embargo, hoy a esa ciudadanía que tiene el derecho a la protección de un Estado de Derecho para vivir dignamente, se le han vulnerado todos sus derechos: los económicos por una inadecuada y equivocada distribución de los subsidios; en lo político, sin la defensa de los derechos humanos; en lo cultural, sin el reconocimiento del otro, del más vulnerable, para asegurarse así conservar el poder y la riqueza.
Que decir del derecho a la educación, cuando el
bien más preciado es el conocimiento generador de ideas y por tanto de riqueza,
hoy las universidades casi que agonizantes piden subsidios del gobierno para no
desaparecer; pero en su soledad y sin respuestas coherentes se han visto
obligadas a competir única y exclusivamente desde lo económico; la que más
rebaje el valor de las matrículas, más estudiantes captará, no importa la
calidad en su formación, pues hoy en medio de la crisis ha perdido su prioridad,
al igual que la educación pública que hoy proclama una virtualidad
inexistentes, nos dimos cuenta que un 60% de nuestros estudiantes no tienen
conectividad, la gran mayoría ni siquiera un computador, ¿Será
que de ahora en adelante también se desconocerá el derecho a recibir una
educación de calidad?
Como colombianos guardamos la
esperanza que esta crisis humanitaria despierte la conciencia social, capaz de transformar
esas estructuras de corrupción de un estado en decadencia, y permitir el
surgimiento de una nación soberana, democrática, pluralista, participativa y defensora
de la libertad, la igualdad y la vida.
Es nuestra palabra Q.:Q.:H.:H.:.
Construcción Colectiva de los
Q.:H.: de la R.:L.: 2046 María Cano.
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