Somos seres en continua adaptación, y aunque esta afirmación ha sido
extensamente utilizada en discursos de toda índole, desde la biología de las
especies, hasta las complejas teorías físicas en las que basamos nuestro escueto
conocimiento del universo; solo en momentos de crisis le dedicamos algunos
excepcionales pensamientos. Ya Joan Carles Mélich había equiparado la adaptación
con la contingencia, refriéndose a la experiencia humana como una continua
exploración de situaciones, donde el cambio y la emergencia siempre están
presentes, y que la vida es una suerte de carrera de obstáculos, donde nuestra
continuidad depende de las decisiones que tomemos para sortearlos. Las
herramientas para conseguir transitar en un mundo de contingencias, dependerán
de las experiencias que, por obligación o por elección, nos corresponda
experimentar, y es aquí donde la Francmasonería podría jugar un papel importante
a la hora de dotar a sus miembros de elementos, tanto conceptuales, como
emocionales, para hacerle frente a los continuos embates del hecho de existir.
La simbología de las situaciones podría dar cuenta de un método alegórico que
pretende incorporar al aparato cognitivo de los seres expuestos, un sistema de
pensamiento basado en el sentido compartido de las experiencias, dotando de
significado y de emoción los encuentros enmarcados por el abrazo fraterno. Las
antiguas herramientas de los constructores medievales, son el marco simbólico
con el cual la tradición masónica incorpora elementos filosóficos a un quehacer
en logia altamente experiencial y multimodal, con estímulos visuales, auditivos
y kinestésicos que trasmiten antiguos mensajes con vigencia permanente. La nueva
crisis mundial suscitada por los cambios inherentes a la modernidad, donde se
incluye el acelerado deterioro de los ecosistemas, las nuevas formas de
desigualdad social y un extremo tecnocentrismo, ha provocado que las antiguas y
naturales amenazas de la especie ahora parezcan ataques masivos y devastadores,
que no solo afectan a los individuos, sino además a la sociedad en todos sus
aspectos, desde lo económico, hasta lo cultural.
La autogestión y el conocimiento de sí mismo, representados en la plomada,
podrían llegar a soportar las nuevas maneras de enfrentar las contingencias del
siglo XXI, ya que solo a través de la producción de cambios individuales, se
podrían generar impactos adicionales, primero en el cercano entorno del
individuo, y luego, en el contexto social donde se desarrolla. La pandemia por
COVID 19 ha puesto de manifiesto, la importancia de la autogestión y el
autocuidado.
La responsabilidad de no propagación de contagio ha sido entregada
a los sujetos, y aunque los gobiernos coordinan los esfuerzos de prevención,
atención y mitigación, es cada núcleo familiar e incluso cada individuo, quien
define su papel en la emergencia. El nivel para los masones contiene diversos
significados, desde la igualdad de derechos, hasta la justicia en su máxima
expresión, lo cual se ve reflejado en la vida cotidiana en la comprensión de la
“otredad”. El descubrimiento de que existen otros con los cuales existimos, es
un hito del desarrollo humano, y es el infante quien descubre que los que lo
asisten no son él mismo, sino otros; no obstante descubrir que la realidad y el
mundo se construyen con otros es un logro que no siempre se alcanza, incluso en
toda una vida. La pandemia ha puesto de manifiesto, nuestra responsabilidad
colectiva, ya que aspectos como el distanciamiento social, la toma de turnos
para acceder a servicios y el apoyo a los pacientes y familias confinados, se
basan en el entendimiento de una manera de organizarse que depende y subsiste
por el otro.
Las herramientas masónicas, alegóricas y simbólicas no solo están
vigentes luego de varios siglos de uso, además, cobran relevancia en medio las
nuevas contingencias que se nos presentan. Los cambios a favor de una sociedad
enferma, parten del descubrimiento de que solo a través de una profunda
reflexión personal proyectada a los otros, se podrían llegar a suscitar cambios,
que por pequeños que parezcan tienen impacto en algún momento de la existencia
propia y de los otros. El símbolo muestra su importante impacto en los modelos y
sistemas de pensamiento, según Jacques Derrida , no hay acontecimiento sin un
“golpe”. Un acontecimiento sorprende e interrumpe, es único y singular, pero
también es simbólico, porque, aunque siempre se da en un tiempo y en un espacio,
podría tener sentido en experiencias diferentes de la vida, en otro tiempo y en
otro espacio. La Francmasonería dota a sus miembros de sistemas simbólicos
atemporales, de manera que, aunque, su exposición sea intermitente, su
influencia perdura hasta que su uso requiera que se rebusque entre los
intrincados laberintos de la mente y la memoria. La pandemia por COVID 19, como
un “acontecimiento” debería permitir, que al igual que los símbolos iniciáticos,
que la marca en memoria colectiva sea un nuevo punto de partida para considerar
que el individuo es quien crea un mundo que interpreta, pero que solo con otros,
ese mundo cobra sentido y se vuelve real.
Es Nuestra palabra, Resp:. Log:.1545
Jaques de Molay Or:. Pereira
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