miércoles, 25 de septiembre de 2013

La Noche Igual


Esta semana durante una de las múltiples visitas a los servidores de la red me percate de que el doodle de google hacia referencia al famoso péndulo de Foucault ubicado en el panteón de parís, y que hacían un homenaje a su creador León Foucault quien comprobó mediante este método la rotación de la tierra. Me llamo la atención además que precisamente esta semana, es más, el día de hoy, estamos frente a una transición de nuestro ciclo solar y que de nuevo otro equinoccio de otoño se presenta ante nosotros como una oportunidad más de referencia y de relación, entre los planos del macro y el microcosmos.

Una vez más, la fenomenología astronómica nos invita a pensar en torno a las majestuosas fuerzas que nos gobiernan y las magnificas paradojas de la creación de la materia. La creación también nos surge como un reto del entendimiento, una luz opaca que nos desvela en la inmensidad de una esfera celeste dinámica, intangible y misteriosa.

Este equinoccio, como todos los demás y según la tradición, nos invita a la reflexión y al cambio. Hoy cuando la noche y el día tienen la misma duración en vista de la alineación del eje de la tierra con el medio día celeste y cuando el sol alcanza el cenit, debemos dirigir nuestra mirada hacia el infinito cenit de nuestras posibilidades humanas y de nuestro potencial iniciático, descubierto por los símbolos y por el candente fulgor de las manos entrelazadas en la fraternidad y el estudio.

El péndulo de Foucault oscila libremente en el plano vertical y su dirección es cambiante dependiendo de la rotación de la tierra y es por ello que su orientación varía dependiendo del hemisferio en donde nos encontremos (lo mismo que sucede cuando el agua se precipita por un orificio). Así mismo, los equinoccios marcan el cambio de las estaciones, aunque con diferencias en el norte y en el sur.

Muchas son la referencias astronómicas a las que se les da valor simbólico y casi todas aplican para el cambio , las transiciones o las mejoras de un ser humano que busca entre la niebla espesa de la incertidumbre y desea disiparla dando brazadas de angustia en un panorama poco alentador. Aquí nuestro elemento simbólico por excelencia, la luz, viene a hacer su papel de faro del espíritu y se convierte en una oda de la sabiduría.

El cambio como fuerza de renovación de las cosas, siempre será visto con temor, pero también con esperanza, El escepticismo es vencido por la trascendental visión de un futuro mejor y de un horizonte difuso, pero prometedor.

Por otro lado, el péndulo Foucault inspiro al semiólogo italiano Umberto Eco quien en una obra titulada igual, coloco a la famosa exhibición de París como el escenario perfecto para una trama compleja donde las experiencias esotéricas tienen un cenit marcado por las intrigas, las sociedades ocultas y los secretos guardados en las místicas cabezas de los iniciados.

Incluso podría considerarse una elegante sátira del ocultismo y una sutil exaltación de las analogías entre los símbolos, la realidad y los cambios del comportamiento de los seres expuestos a la influencia continua de lo alegórico.

Lo simbólico es en ocasiones, tomado como subjetivo, ya que cada persona podría dar una explicación o una interpretación a las diferentes manifestaciones naturales , humanas o mentales, siendo un concepto propio, el resultado de diferentes y relativas formas de ver el mundo, influidas por la cultura, la educación y las vivencias de cada cual.

La incorporación de los símbolos y la reflexión propia de cada uno, nos llena de herramientas intelectuales para hacerle frente a los paradigmas que a diario enfrentamos.

Entender el transito solar y el equinoccio como parte de un sistema educativo y trascendental que nos haga mejores personas, es algo ridículo, a no ser que lo transformemos en un hecho marcado por la transformación, aquella que también es posible en los seres humanos influidos por un ideal basado en el conocimiento y la disposición al trabajo armónico y colectivo.

GGC
M:.M:.

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