Esta
semana durante una de las múltiples visitas a los servidores de la
red me percate de que el doodle de google hacia referencia al famoso
péndulo de Foucault ubicado en el panteón de parís, y que hacían
un homenaje a su creador León Foucault quien comprobó mediante este
método la rotación de la tierra. Me llamo la atención además que
precisamente esta semana, es más, el día de hoy, estamos frente a
una transición de nuestro ciclo solar y que de nuevo otro equinoccio
de otoño se presenta ante nosotros como una oportunidad más de
referencia y de relación, entre los planos del macro y el
microcosmos.
Una
vez más, la fenomenología astronómica nos invita a pensar en torno
a las majestuosas fuerzas que nos gobiernan y las magnificas
paradojas de la creación de la materia. La creación también nos
surge como un reto del entendimiento, una luz opaca que nos desvela
en la inmensidad de una esfera celeste dinámica, intangible y
misteriosa.
Este
equinoccio, como todos los demás y según la tradición, nos invita
a la reflexión y al cambio. Hoy cuando la noche y el día tienen la
misma duración en vista de la alineación del eje de la tierra con
el medio día celeste y cuando el sol alcanza el cenit, debemos
dirigir nuestra mirada hacia el infinito cenit de nuestras
posibilidades humanas y de nuestro potencial iniciático, descubierto
por los símbolos y por el candente fulgor de las manos entrelazadas
en la fraternidad y el estudio.
El
péndulo de Foucault oscila libremente en el plano vertical y su
dirección es cambiante dependiendo de la rotación de la tierra y es
por ello que su orientación varía dependiendo del hemisferio en
donde nos encontremos (lo mismo que sucede cuando el agua se
precipita por un orificio). Así mismo, los equinoccios marcan el
cambio de las estaciones, aunque con diferencias en el norte y en el
sur.
Muchas
son la referencias astronómicas a las que se les da valor simbólico
y casi todas aplican para el cambio , las transiciones o las mejoras
de un ser humano que busca entre la niebla espesa de la incertidumbre
y desea disiparla dando brazadas de angustia en un panorama poco
alentador. Aquí nuestro elemento simbólico por excelencia, la luz,
viene a hacer su papel de faro del espíritu y se convierte en una
oda de la sabiduría.
El
cambio como fuerza de renovación de las cosas, siempre será visto
con temor, pero también con esperanza, El escepticismo es vencido
por la trascendental visión de un futuro mejor y de un horizonte
difuso, pero prometedor.
Por
otro lado, el péndulo Foucault inspiro al semiólogo italiano
Umberto Eco quien en una obra titulada igual, coloco a la famosa
exhibición de París como el escenario perfecto para una trama
compleja donde las experiencias esotéricas tienen un cenit marcado
por las intrigas, las sociedades ocultas y los secretos guardados en
las místicas cabezas de los iniciados.
Incluso
podría considerarse una elegante sátira del ocultismo y una sutil
exaltación de las analogías entre los símbolos, la realidad y los
cambios del comportamiento de los seres expuestos a la influencia
continua de lo alegórico.
Lo
simbólico es en ocasiones, tomado como subjetivo, ya que cada
persona podría dar una explicación o una interpretación a las
diferentes manifestaciones naturales , humanas o mentales, siendo un
concepto propio, el resultado de diferentes y relativas formas de ver
el mundo, influidas por la cultura, la educación y las vivencias de
cada cual.
La
incorporación de los símbolos y la reflexión propia de cada uno,
nos llena de herramientas intelectuales para hacerle frente a los
paradigmas que a diario enfrentamos.
Entender
el transito solar y el equinoccio como parte de un sistema educativo
y trascendental que nos haga mejores personas, es algo ridículo, a
no ser que lo transformemos en un hecho marcado por la
transformación, aquella que también es posible en los seres humanos
influidos por un ideal basado en el conocimiento y la disposición al
trabajo armónico y colectivo.
GGC
M:.M:.
GGC
M:.M:.
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