En las últimas semanas hemos contemplado que la
humanidad enfrenta un brote de coronavirus que nos ha dejado un considerable
número de fallecidos. Para frenar esta situación la mayoría de los jefes de
estado del mundo han impuesto diversas modalidades de aislamiento. Colombia no
es la excepción, desde el 25 de marzo y hasta el 26 de abril de 2020
(posiblemente esta medida se prolongue), por orden del Presidente de la
República emitida en el marco del estado de emergencia económica, social y
ecológica , la mayoría de la población se resguardó en sus hogares, salvo el
personal esencial para el desarrollo de actividades relacionadas con la salud;
servicios funerarios; adquisición de artículos de primera necesidad; asistencia
de niños, adolescentes, adultos mayores de 70 años y enfermos con tratamientos
especiales, entre otros.
Las cifras no son alentadoras. Hasta el 19 de marzo de
2020, 230.000 personas estaban infectadas y más de 9.300 murieron . Si bien el
mundo ha tenido noticia de otros virus como la gripa española (1918 y 1919, 50
millones de muertes), la gripa asiática (1957, 2 millones de personas
fallecidas), la gripa de Hong Kong (1969, un millón de muertos), cólera (1961,
1971 y 1991, entre 21.000 y 143.000 fallecimientos), la gripa porcina o H1N1 (2009
y 2010, 18.500 personas murieron) y el ébola (2014 y 2016, 11.000 muertes); la
velocidad con la que se propaga esta cepa y su comportamiento
inconsistente alertan a diferentes
autoridades.
![]() |
Ofelia John Everett Millais Museo Tate Britain London |
Las consecuencias de esta catástrofe plantean, a mi
modo de ver, un reto para los fr.·. m.·., descubrir las enseñanzas que entrañan
el aislamiento y la enfermedad propiamente dicha.
Varios saberes se extraen de este momento. (i) El
reconocimiento del dolor del otro, para nadie es un secreto que el
confinamiento puso en evidencia profundas desigualdades económicas que permiten
que un selecto grupo de la sociedad, con múltiples comodidades y los elementos
de primera necesidad, se resguarde en sus casas; pero también ha mostrado a
miles de personas, que sin contar con los artículos necesarios para garantizar
su existencia y la de su prole, deben salir a las calles y ponerse en riesgo
para buscarlos. Simplemente estaban ahí, pero el día a día, al menos en mi
caso, los invisibilizaba, o por lo menos no los apreciaba con las proporciones
y magnitudes que tiene a las autoridades estatales, organizaciones y privados
sin ánimo de lucro construyendo estrategias para socorrerlos. (ii) La sociedad
necesita urgentes cambios socio económicos y políticos: modificar las políticas
públicas de salud, empleo, demografía (recordemos que para la sociedad
colombiana una persona que devenga $450.000 mensuales tiene un “trabajo
formal”), el manejo de recursos públicos (En el Cauca parece que una lata de
atún cuesta $19.000) y tributaria. Pero la respuesta no puede ser la adopción
de tesis abolicionistas, no podemos acabar con la Ley 100 de 1993, ni
desmantelar a la DIAN ; lo que deben mutar son los pilares de esas
instituciones. (iii) El individualismo en exceso, como una de las
características determinantes de la sociedad del siglo XXI y de la política
misma, es una ideología obsoleta. Esta enfermedad nos demostró que nuestro
bienestar depende de las condiciones de nuestros congéneres y que resulta
necesario construir relaciones más sanas con nuestro entorno (la naturaleza) ,
que la acumulación de la riqueza es una práctica grosera, que la vida debe
pesar más que los intereses económicos, que el agua debe estar a disposición de
todos los seres humanos y no monopolizada por las grandes empresas; pero más
importante aún, que nuestros hábitos de consumo (bienes, servicios; útiles e
inútiles) definen e inciden en el bienestar de la sociedad.
Es mi palabra
JMR
Com.·.
Mas.·.
[1] 17
de marzo de 2020.
[2] Según
la Revista de Salud Pública de la Universidad Nacional. Recuperado de file:///Users/JMR/Downloads/85789-459255-1-PB.pdf.
[3] Una de las hipótesis iniciales era que los
efectos más nocivos del virus se presentaban en adultos mayores y personas con
enfermedades crónicas preexistentes, empero, ha cobrado la vida de niños y
jóvenes sanos.
[5] Ello porque una de las
hipótesis sobre el origen del virus se relaciona con el consumo de murciélagos
y pangolines.
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