domingo, 20 de julio de 2025

Las virtudes cardinales en el camino del aprendiz

 

Diptico del duque de Urbino
Pietro della Francesca

La presente plancha constituye un ejercicio de reflexión simbólica en el contexto del primer grado, centrada en las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Estas virtudes, fundadas en la tradición filosófica clásica y recogidas por el ideario masónico, son pilares fundamentales del proceso iniciático y columnas invisibles que sostienen la edificación del Templo interior.

En el grado de Aprendiz, cada símbolo, cada herramienta y cada silencio adquieren un valor profundo. La experiencia de la iniciación, en la que el profano es conducido con los ojos vendados hacia la Luz, representa la apertura a un camino de autoconocimiento, disciplina y transformación. En ese tránsito, las virtudes cardinales no son meros conceptos teóricos, sino prácticas constantes que orientan la vida dentro y fuera del Templo.

La Prudencia, primera de estas virtudes, enseña la importancia de actuar con sensatez, de deliberar antes de hablar, de observar con atención antes de juzgar. En el silencio del Aprendiz, que no es mutismo sino espera reflexiva, se forja la prudencia como actitud vital. No todo pensamiento debe expresarse, ni toda acción debe ejecutarse de inmediato. El discernimiento, como ejercicio cotidiano, permite al Aprendiz afinar su juicio y controlar sus impulsos, elemento clave en la búsqueda del equilibrio interior.

La Justicia, como virtud central, representa el fundamento ético de toda construcción masónica. Implica dar a cada quien lo que le corresponde, reconociendo en cada ser humano un igual en dignidad. En la Logia, donde todos los Hermanos se encuentran en el mismo nivel simbólico, la justicia adquiere un carácter operativo: se convierte en criterio de convivencia, de fraternidad y de verdad. Ser justo es actuar con rectitud, sin buscar ventaja ni promover el ego. La piedra no se talla solo para uno mismo, sino para la armonía de todo el edificio.

La Fortaleza es la virtud que permite continuar el trabajo cuando surgen las dificultades. No es la ausencia de temor, sino la persistencia en medio de él. El Aprendiz enfrenta desafíos tanto internos como externos: dudas, errores, resistencias. La piedra bruta no se transforma con un solo golpe. Es en el esfuerzo continuo donde se manifiesta la fortaleza del espíritu, el compromiso con el trabajo silencioso y la capacidad de sostener la obra aun cuando no se ve aún el resultado final. Cada martillazo es un acto de voluntad.

La Templanza modera los excesos, equilibra los extremos y permite gobernarse a sí mismo. En una sociedad dominada por las pasiones desbordadas, esta virtud enseña a contener sin reprimir, a dosificar sin apagar. El fuego de la emoción no debe consumir, sino templar como el crisol que purifica el metal. En el camino iniciático, la templanza es la virtud que asegura el equilibrio entre lo que se desea y lo que se necesita. Solo quien se conoce a sí mismo y regula sus deseos puede avanzar sin perderse.

Estas virtudes no actúan de forma aislada. Son interdependientes y complementarias. La justicia sin prudencia puede volverse rigidez; la fortaleza sin templanza puede convertirse en obstinación; la prudencia sin fortaleza puede degenerar en cobardía. La enseñanza del primer grado reside precisamente en esta integración paulatina de las virtudes, a través de la práctica diaria y la vigilancia constante sobre el pensamiento, la palabra y la acción.

El Aprendiz Masón, desde su ingreso al Templo, está llamado a construir no solo un conocimiento simbólico, sino una transformación ética y espiritual que se refleja en su conducta. Las virtudes cardinales son los cimientos sobre los cuales se eleva esa transformación. Son la base de una vida orientada por la sabiduría, guiada por la equidad, sostenida por la perseverancia y regulada por la moderación.

En la piedra bruta aún no pulida se esconde la potencialidad de toda obra perfecta. El trabajo sobre sí mismo, guiado por las virtudes cardinales, es la llave que permite revelar esa perfección. Que estas virtudes inspiren la conducta diaria del Aprendiz, fortalezcan su carácter y lo preparen para los grados superiores de la Masonería, así como para la vida profana vivida con conciencia, dignidad y verdad.

es mi palabra V:.M:.

G:.G:.C:.

M:.M:.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario