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Diptico del duque de Urbino Pietro della Francesca |
La presente plancha constituye un ejercicio de
reflexión simbólica en el contexto del primer grado, centrada en las cuatro
virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Estas
virtudes, fundadas en la tradición filosófica clásica y recogidas por el
ideario masónico, son pilares fundamentales del proceso iniciático y columnas
invisibles que sostienen la edificación del Templo interior.
En el grado de Aprendiz, cada símbolo, cada
herramienta y cada silencio adquieren un valor profundo. La experiencia de la
iniciación, en la que el profano es conducido con los ojos vendados hacia la
Luz, representa la apertura a un camino de autoconocimiento, disciplina y
transformación. En ese tránsito, las virtudes cardinales no son meros conceptos
teóricos, sino prácticas constantes que orientan la vida dentro y fuera del
Templo.
La Prudencia, primera de estas virtudes, enseña la importancia de
actuar con sensatez, de deliberar antes de hablar, de observar con atención
antes de juzgar. En el silencio del Aprendiz, que no es mutismo sino espera
reflexiva, se forja la prudencia como actitud vital. No todo pensamiento debe
expresarse, ni toda acción debe ejecutarse de inmediato. El discernimiento,
como ejercicio cotidiano, permite al Aprendiz afinar su juicio y controlar sus
impulsos, elemento clave en la búsqueda del equilibrio interior.
La Justicia, como virtud central, representa el fundamento ético
de toda construcción masónica. Implica dar a cada quien lo que le corresponde,
reconociendo en cada ser humano un igual en dignidad. En la Logia, donde todos
los Hermanos se encuentran en el mismo nivel simbólico, la justicia adquiere un
carácter operativo: se convierte en criterio de convivencia, de fraternidad y
de verdad. Ser justo es actuar con rectitud, sin buscar ventaja ni promover el
ego. La piedra no se talla solo para uno mismo, sino para la armonía de todo el
edificio.
La Fortaleza es la virtud que permite continuar el trabajo cuando
surgen las dificultades. No es la ausencia de temor, sino la persistencia en
medio de él. El Aprendiz enfrenta desafíos tanto internos como externos: dudas,
errores, resistencias. La piedra bruta no se transforma con un solo golpe. Es
en el esfuerzo continuo donde se manifiesta la fortaleza del espíritu, el
compromiso con el trabajo silencioso y la capacidad de sostener la obra aun
cuando no se ve aún el resultado final. Cada martillazo es un acto de voluntad.
La Templanza modera los excesos, equilibra los extremos y permite
gobernarse a sí mismo. En una sociedad dominada por las pasiones desbordadas,
esta virtud enseña a contener sin reprimir, a dosificar sin apagar. El fuego de
la emoción no debe consumir, sino templar como el crisol que purifica el metal.
En el camino iniciático, la templanza es la virtud que asegura el equilibrio
entre lo que se desea y lo que se necesita. Solo quien se conoce a sí mismo y
regula sus deseos puede avanzar sin perderse.
Estas virtudes no actúan de forma aislada. Son
interdependientes y complementarias. La justicia sin prudencia puede volverse
rigidez; la fortaleza sin templanza puede convertirse en obstinación; la
prudencia sin fortaleza puede degenerar en cobardía. La enseñanza del primer
grado reside precisamente en esta integración paulatina de las virtudes, a
través de la práctica diaria y la vigilancia constante sobre el pensamiento, la
palabra y la acción.
El Aprendiz Masón, desde su ingreso al Templo, está
llamado a construir no solo un conocimiento simbólico, sino una transformación
ética y espiritual que se refleja en su conducta. Las virtudes cardinales son
los cimientos sobre los cuales se eleva esa transformación. Son la base de una
vida orientada por la sabiduría, guiada por la equidad, sostenida por la
perseverancia y regulada por la moderación.
En la piedra bruta aún no pulida se esconde la
potencialidad de toda obra perfecta. El trabajo sobre sí mismo, guiado por las
virtudes cardinales, es la llave que permite revelar esa perfección. Que estas
virtudes inspiren la conducta diaria del Aprendiz, fortalezcan su carácter y lo
preparen para los grados superiores de la Masonería, así como para la vida
profana vivida con conciencia, dignidad y verdad.
es mi palabra V:.M:.
G:.G:.C:.
M:.M:.
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