lunes, 3 de noviembre de 2025

El templo masónico

 

En el silencio de nuestra Logia, rodeado del simbolismo que nos eleva hacia la verdad y nos instruye, surge en mí la reflexión sobre el paralelismo entre el Templo Masónico y el propio ser humano, pues también nosotros somos templos vivientes en construcción constante.

Desde esta reflexión quise tomar una postura septenaria respecto a los cuerpos que componen al ser humano. Para esta ocasión, me enfocaré en el cuaternario inferior, compuesto por: cuerpo físico, cuerpo vital, cuerpo emocional y cuerpo mental. Cada uno de estos cuerpos implica un trabajo, un cuidado y una vigilancia que nos llevan, paso a paso, hacia el autoconocimiento.

El geógrafo
Johannes Vermeer
Museo Städel, Alemania


El cuerpo físico

Podemos compararlo con los elementos visibles que adornan y estructuran nuestro Templo: las columnas, las luces, los textos y las formas rituales.

El cuerpo físico constituye nuestra propia arquitectura, aquella que nos sostiene y nos permite actuar en el mundo.

Así como mantenemos la pulcritud, el orden y el cuidado de nuestro Templo Masónico, también debemos procurar disciplina y atención hacia nuestro propio cuerpo. El Templo material exige preparación antes y después de cada tenida; del mismo modo, nuestro cuerpo requiere constancia, higiene y fortaleza, pues es la piedra angular sobre la cual se erige todo el edificio interior.

Así como quien se enamora cuida cada detalle; quien ama la masonería cuida el Templo y también su cuerpo, que es su primera herramienta de trabajo.


El cuerpo vital

El cuerpo vital es la energía que nos anima y da movimiento. Para preservarlo debemos cultivar buenos hábitos: un descanso reparador, una alimentación adecuada, y prácticas que fortalezcan nuestras energías internas. En paralelo, el Templo también se nutre de la vitalidad que traemos a él: cada vez que asistimos con alegría, con buena disposición y con voluntad de trabajar, impregnamos sus muros de una energía sutil que lo llena de vida.

  

El cuerpo emocional

Este cuerpo representa nuestros sentires, aquellos que, si no se gobiernan, pueden desbordarse como aguas turbulentas. El cuidado del cuerpo emocional exige vigilancia constante para mantener la serenidad, la templanza y la paz profunda.

En nuestro Templo, las emociones se alimentan de la fraternidad: para cultivar la fraternidad debemos dejar de lado el ego y los sentimientos profanos para poder compartir la armonía con nuestros hermanos.

Recordar es volver los pasos en el corazón, esta frase viene del latín corda que significa corazón, y es allí donde reconocemos que ya nos hemos conocido antes; nuestros lazos van más allá de esta vida. Nada es casualidad: nos hemos reencontrado para continuar tejiendo juntos una hermandad que trasciende el tiempo.

 

El cuerpo mental

El cuerpo mental es la sede de las ideas, el discernimiento y la capacidad creadora. Es allí donde proyectamos y organizamos nuestras acciones, donde se diseñan los planos de nuestra obra interior.

En el Templo Masónico, este cuerpo se refleja en el debate constructivo, en la planificación de obras benéficas y en el apoyo a proyectos que buscan el bien común. Nuestro pensamiento es la escuadra y el compás con que delineamos tanto nuestras vidas como la edificación colectiva que realizamos en la Orden.

 Conclusión

El camino del Masón es arduo, pues exige disciplina sobre cada aspecto de sí mismo. Pero no hay labor más noble que la del autoconocimiento, que nos convierte en constructores conscientes de nuestro propio templo interior.

Venerable Maestro y Queridos Hermanos, concluyo esta plancha con la certeza de que el Templo Masónico no solo se erige en piedra, sino en cada uno de nosotros. Al cuidar nuestro cuerpo, nuestra energía, nuestras emociones y nuestra mente, edificamos juntos un templo eterno, hecho de fraternidad, verdad y luz.


Es mi palabra V:.M:.

A:.F:.R:.C:.

A:.M:.

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