Nuestro trabajo masónico
es una trama compleja pero delicada de aportes, opiniones y puestas en escena
del sentir profundo de cada obrero, fuertes golpes de mallete o finas
pinceladas armónicas constituyen el alma y el corazón del arduo que hacer
iniciático.
Somos el resultado de
luchas incesantes llevadas a cabo en otras latitudes y en otros momentos de la
historia del hombre y hemos llegado hasta el peldaño que cada uno de nosotros
tiene enfrente, todos los días debemos decidir nuestro siguiente paso. Una
decisión complicada por sus consecuencias, pero simple por su esencia humana.
El modernismo ha marcado
el desarrollo social conforme se va definiendo este concepto, día tras día las
corrientes políticas, educativas y laborales deben transformarse y evolucionar
conforme las necesidades de cada región en incluso de cada individuo. El
fenómeno de globalización de la información, la mezcla incesante de culturas,
idiomas y opiniones ha creado un crisol tan disímil y heterogéneo, como
oportuno para una época como la nuestra.
La masonería moderna debe
adaptarse de forma activa y determinante a esta evolución del pensamiento
humano y social, debe ser incluyente, tolerante, participativa y por esencia,
respetuosa de los derechos de cada individuo.
La construcción simbólica
de un templo, fundamentado en solidas columnas y apoyado por los miembros de la
logia, es una alegoría mística del trabajo a conciencia y de la cooperación
fraterna entre los seres humanos, en busca del mejoramiento colectivo que
redunda en la optimización de los esfuerzos sociales y su aplicación a los
modelos filosóficos de nuestro tiempo. El modelo de formación iniciática es, en
definitiva, un conjunto de estrategias que bajo la simbología y la instrucción
de los conceptos fundamentales, busca el progreso del individuo, moldeando su
carácter, así como su forma de relacionarse con el medio social.
Es el obrero aprendiz de
manos inseguras y golpes desmedidos, la base de una gran obra edificada una y
otra vez. Con cada iniciación regresamos a la oscuridad de la cual queremos
escapar y aunque la búsqueda nos invita a sortear obstáculos y hasta a poner en
riesgo nuestra integridad, aceptamos gustosos las pruebas y los viajes de un
camino que empieza tortuoso y se va matizando con el paso titubeante pero
decidido del recipiendario. El obrero no calificado quiere iniciar su obra
cuanto antes y a veces sin planificación, requiriendo que sus herramientas
simbólicas sean guiadas, pero no manipuladas por los maestros calificados, que
aunque más pacientes y con más experiencia, no dejan de ser obras todavía en
moldeamiento y consolidación, han visto la luz pero requieren de tiempo para
acostumbrarse a ella.
La logia de aprendiz es
rica en alegorías y es un espacio de trabajo habitual, la fraternidad se
expresa desde el momento en que las vendas y las cadenas de la vida profana,
caen estruendosas y se confunden con los rostros de unos sonrientes
desconocidos que ofrecen una extraña, pero reconfortante calidez.
Diversos viajes ocurren
luego de la iniciación, viajes inciertos en busca de un oriente difuso y
tórrido que se ve entre la bruma de la inocencia y la vacilación, hay pasos que
son claros y otros confusos, entre las desviaciones y curvas que nos ofrece el
paisaje etéreo de la escalera de tres peldaños. Al transitar por estos primeros
recodos, ocasionalmente nos encontramos con las huellas de pies
descalzos, que resultan ser los propios; vueltas y vueltas, a veces en el mismo
lugar, nos hacen pensar en la posibilidad del extravió y de la desesperanza,
pero la brújula sutil de nuestros actos y un fino haz que se desprende de un
delta nos hace recuperar la fuerza para levantar el mallete y la
confianza para sostener el cincel.
Los tramos de aquellos
viajes cada vez son más llevaderos y el ruido se disipa dejando un sin número
de sutiles sensaciones. Un día, dos peldaños mas aparecen para elevarnos con la
música rítmica de nuestro andar y acercarnos a la armonía geométrica de los
sentidos. Las figuras exactas y las constelaciones giran en torno al iluminado
por la estrella flamígera.
Los compañeros recopilan
el pensamiento pitagórico, donde la evolución del elemento fundamental es el
motor de la creación divina, estos conceptos filosóficos y místicos se tratan
de demostrar en el plano humano con el estudio de la aritmética, siendo esta el
desarrollo del numero en estado puro que se sublima a su más alta expresión,
impulsada por el movimiento y la dinámica y se convierte en música. Así mismo
la exploración del espacio en estado puro que dio pie al estudio de la geometría
evolucionaría gracias al movimiento de los cuerpos hacia la astronomía. El
cuadrivium de las antiguas artes liberales se consolida como una confluencia de
caminos elevados hacia la perfección humana, donde el hombre virtuoso construye
a fuerza y pulso la senda por la cual se redime de la ignorancia, siendo esta
el origen de la búsqueda interior y por lo tanto el inicio de la sabiduría.
Las herramientas
simbólicas logran transformar el fino equilibrio entre el azufre y la sal,
propiciando la chispa alquímica de la transformación continua y evolutiva del
obrero calificado. Los trazos perfectos y la potencia infinita de las
herramientas bien ejecutadas, consolidan la columna de la fuerza y le dan forma
al camino que ya no es tortuoso, es apacible, marcado con una sinfonía de
saberes y un arcoíris de posibilidades.
El camino asciende
lentamente y el obrero se aferra a sus convicciones creyéndolas infalibles,
pero pronto se percata de que la penumbra apenas está pasando sobre su
conciencia, y que la pequeña puerta de entrada al templo solo se puede sortear
con la ayuda de sus hermanos. El grado de maestro y de ahí los altos grados
filosóficos son la manera de esculpir finas joyas de conocimiento de y de
nuevos descubrimientos.
Los
aprendices que salimos de la cámara de reflexiones creyendo haber triunfado
sobre la muerte y sus temores, logramos encontrar en nuestro espíritu la fuerza
del mallete y la voluntad de cincel, le damos las primeras formas a una roca
imperfecta y llena de salientes. Las manos del obrero calificado se llenan de
herramientas y el salario merecido del compañero colma de satisfacciones un
corazón, que aunque sincero y honesto piensa estar llegando a la claridad del
alba mientras señala con sus herramientas hacia el horizonte iniciático.
De
nuevo vemos las oportunidades, pero ya sin miedo. Llegará el momento de
resurgir a la siguiente iniciación y de continuar velando por la antigua
costumbre de superarse a sí mismo una y otra vez.
Es Mi
Palabra.
GGC
M:.M:.
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