Cuando se nos dio el regalo de la vida, se
olvidaron de darnos un manual de instrucciones.
Algunos no lo necesitan, a otros su cultura les
dio uno equivocado.
Estos últimos ven la vida como algo que los
angustia y los llena de ansiedad.
Recuerda que naces en este mundo para renacer,
para ir descubriéndote como un hombre nuevo y libre.
ANTHONY DE MELLO.
La libertad tiene múltiples acepciones. Para
algunos es la posibilidad de actuar de acuerdo a lo que dictan nuestros
sentimientos y emociones; para otros implica que el poder actuar exentos de
condicionamientos o limitaciones; también ha sido identificada con la ausencia
de barreras físicas – libertad de locomoción-; e incluso ha sido concebida como
la facultad de vivir en condiciones económicas óptimas y expresar lo que se
piensa.
Para Alejando Llano la libertad tiene varias
dimensiones, la libertad -de, la libertad – para, y la libertad de sí mismo.
La libertad- de supone que el ser humano no
tiene restricciones para ejercer los dictados de su voluntad, y a su vez
implica que los individuos, desprovistos de tales obstáculos, pueden
identificar cuales son sus anhelos más profundos. Pero la pregunta que resulta
pertinente plantearse es ¿hasta qué punto los sentimientos y emociones son un
referente idóneo para dictar el que hacer humano?
Para ilustrar este aspecto tomemos como ejemplo
la sensación de placer que experimenta un drogadicto o un alcohólico al
conseguir aquello que le genera dependencia, siguiendo la visión de libertad
antes descrita, aquellos se considerarían libres en la medida en que puedan
consumir cuando, donde y en las cantidades que quieran su “droga”; pero valdría
la pena preguntarse si aquel comportamiento no los convierte a su vez en
esclavos de sus propios deseos, esclavos de si mismos, muy a pesar de que en el
exterior no hay impedimentos para el desarrollo de su voluntad.
Tratándose de la libertad-para, el ejercicio
del libre albedrío esta guiado por la idea de comunidad, por la atención a
consideraciones que enaltezcan al sujeto a la altura de los más nobles
comportamientos hacia sus otros congéneres. En este sentido la ausencia de
condicionamientos externos no resulta tan relevante para medir el ejercicio de
este derecho, lo que verdaderamente determina si se es o no libre, es que el
comportamiento humano responda a las limitantes internas diseñadas para generar
paz existencial, la que depende en mayor medida del bienestar general.
Esta postura que obliga a plantearse un
interrogante similar al formulado líneas atrás, ¿la idea del bienestar
general, o mejor, la idea que el individuo tenga de este aspecto, es un
criterio suficiente para determinar el alcance de su comportamiento?
Seguramente Adolfo Hilter, Vladimir Lenin y
Iosif Stalin, pensaron que en ejercicio de su libertad podían diseñar ideas de
gobierno como las conocidas para a mejorar la vida en Alemania y en la antigua
URSS, respectivamente; pero las víctimas de los campos de concentración
establecidos en uno y otro territorio podrían darnos una visión completamente
diferente de lo que hubiese resultado bueno o deseable para todos los habitantes
de tales heredades.
La idea de libertad en si mismo, por otro lado
parte del hecho de que los seres humanos no somos libres, y que solo adquirimos
ese estatus a partir de la educación, única herramienta que permite discernir,
aún en aquellos escenarios en los que exista ningún tipo de limitante, cuál ha
de ser el comportamiento que efectivamente es capaz de generar tranquilidad al
individuo.
El Angel Herido Hugo Simberg |
La idea de educación a la que conduce la
libertad en si mismo, condiciona los deseos humanos, los instruye para que
entren en consonancia con el bienestar general, pero no como meras expresiones
superficiales, sino como verdaderas convicciones; permite pues la construcción
de una serie de limitantes internas al ejercicio de la libertad.
Fluye de lo anterior que la libertad como
principio de la franc.·. implica no solo el desprendimiento de ataduras que
limiten el desenvolvimiento del ser humano en el plano social, político y
personal; significa además la templanza o la voluntad de transformar su esencia
y el entorno que le rodea; comporta la selección de los espacios en los que desenvolverse,
pues el abono no puede desperdiciarse en la tierra árida e infértil; pero en
todos los casos dicho comportamiento estará dirigido por criterios
identificados a partir de su labor constante de estudio.
Cierto es que como seres humanos estamos rodeados
de circunstancias que pueden entorpecer el correcto desarrollo de nuestras
potencialidades, que pueden hacer flaquear hasta el más arraigado de nuestros
valores, pero el franc.·. habiendo identificado su esencia, sus aptitudes,
potencialidades y oscuridades, no debe estar a merced de las situaciones que su
entorno le ofrezca; él debe ser un templo, un propio cuarto de reflexión que le
permita filtrar, clasificar, y si es del caso, desechar todo aquello que altere
su paz interior.
La libertad es precisamente eso, paz, la
tranquilidad que ofrece la férrea voluntad de acercar cada vez más lo que se es
con lo que se desea ser; además ofrece la oportunidad de transformar las
circunstancias negativas que le rodean en herramientas idóneas para pulir su templo,
su piedra bruta; es sabedor de que las pruebas no terminaron en la iniciación,
todo lo contrario, aquellas son el principio de una cadena incansable de
experiencias que harán las veces de maestros, allá a donde el destino lo lleve.
La libertad para el franc.·. es pues una
decisión, no un hecho dado.
Es mi palabra
JMR
Apr.·. Mas.·.
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