miércoles, 6 de junio de 2018

La libertad para los FrancMasones


Cuando se nos dio el regalo de la vida, se olvidaron de darnos un manual de instrucciones.
Algunos no lo necesitan, a otros su cultura les dio uno equivocado.
Estos últimos ven la vida como algo que los angustia y los llena de ansiedad.
Recuerda que naces en este mundo para renacer, para ir descubriéndote como un hombre nuevo y libre.
ANTHONY DE MELLO.




La libertad tiene múltiples acepciones. Para algunos es la posibilidad de actuar de acuerdo a lo que dictan nuestros sentimientos y emociones; para otros implica que el poder actuar exentos de condicionamientos o limitaciones; también ha sido identificada con la ausencia de barreras físicas – libertad de locomoción-; e incluso ha sido concebida como la facultad de vivir en condiciones económicas óptimas y expresar lo que se piensa. 
Para Alejando Llano la libertad tiene varias dimensiones, la libertad -de, la libertad – para, y la libertad de sí mismo.

La libertad- de supone que el ser humano no tiene restricciones para ejercer los dictados de su voluntad, y a su vez implica que los individuos, desprovistos de tales obstáculos, pueden identificar cuales son sus anhelos más profundos. Pero la pregunta que resulta pertinente plantearse es ¿hasta qué punto los sentimientos y emociones son un referente idóneo para dictar el que hacer humano?

Para ilustrar este aspecto tomemos como ejemplo la sensación de placer que experimenta un drogadicto o un alcohólico al conseguir aquello que le genera dependencia, siguiendo la visión de libertad antes descrita, aquellos se considerarían libres en la medida en que puedan consumir cuando, donde y en las cantidades que quieran su “droga”; pero valdría la pena preguntarse si aquel comportamiento no los convierte a su vez en esclavos de sus propios deseos, esclavos de si mismos, muy a pesar de que en el exterior no hay impedimentos para el desarrollo de su voluntad.

Tratándose de la libertad-para, el ejercicio del libre albedrío esta guiado por la idea de comunidad, por la atención a consideraciones que enaltezcan al sujeto a la altura de los más nobles comportamientos hacia sus otros congéneres. En este sentido la ausencia de condicionamientos externos no resulta tan relevante para medir el ejercicio de este derecho, lo que verdaderamente determina si se es o no libre, es que el comportamiento humano responda a las limitantes internas diseñadas para generar paz existencial, la que depende en mayor medida del bienestar general.

Esta postura que obliga a plantearse un interrogante similar al formulado líneas atrás, ¿la idea del bienestar general, o mejor, la idea que el individuo tenga de este aspecto, es un criterio suficiente para determinar el alcance de su comportamiento?

Seguramente Adolfo Hilter, Vladimir Lenin y Iosif Stalin, pensaron que en ejercicio de su libertad podían diseñar ideas de gobierno como las conocidas para a mejorar la vida en Alemania y en la antigua URSS, respectivamente; pero las víctimas de los campos de concentración establecidos en uno y otro territorio podrían darnos una visión completamente diferente de lo que hubiese resultado bueno o deseable para todos los habitantes de tales heredades.

La idea de libertad en si mismo, por otro lado parte del hecho de que los seres humanos no somos libres, y que solo adquirimos ese estatus a partir de la educación, única herramienta que permite discernir, aún en aquellos escenarios en los que exista ningún tipo de limitante, cuál ha de ser el comportamiento que efectivamente es capaz de generar tranquilidad al individuo.

El Angel Herido
Hugo Simberg

La idea de educación a la que conduce la libertad en si mismo, condiciona los deseos humanos, los instruye para que entren en consonancia con el bienestar general, pero no como meras expresiones superficiales, sino como verdaderas convicciones; permite pues la construcción de una serie de limitantes internas al ejercicio de la libertad.
Fluye de lo anterior que la libertad como principio de la franc.·. implica no solo el desprendimiento de ataduras que limiten el desenvolvimiento del ser humano en el plano social, político y personal; significa además la templanza o la voluntad de transformar su esencia y el entorno que le rodea; comporta la selección de los espacios en los que desenvolverse, pues el abono no puede desperdiciarse en la tierra árida e infértil; pero en todos los casos dicho comportamiento estará dirigido por criterios identificados a partir de su labor constante de estudio.

Cierto es que como seres humanos estamos rodeados de circunstancias que pueden entorpecer el correcto desarrollo de nuestras potencialidades, que pueden hacer flaquear hasta el más arraigado de nuestros valores, pero el franc.·. habiendo identificado su esencia, sus aptitudes, potencialidades y oscuridades, no debe estar a merced de las situaciones que su entorno le ofrezca; él debe ser un templo, un propio cuarto de reflexión que le permita filtrar, clasificar, y si es del caso, desechar todo aquello que altere su paz interior.

La libertad es precisamente eso, paz, la tranquilidad que ofrece la férrea voluntad de acercar cada vez más lo que se es con lo que se desea ser; además ofrece la oportunidad de transformar las circunstancias negativas que le rodean en herramientas idóneas para pulir su templo, su piedra bruta; es sabedor de que las pruebas no terminaron en la iniciación, todo lo contrario, aquellas son el principio de una cadena incansable de experiencias que harán las veces de maestros, allá a donde el destino lo lleve.
La libertad para el franc.·. es pues una decisión, no un hecho dado.

Es mi palabra

  
JMR
Apr.·. Mas.·.

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