“Vivimos en un mundo interpretado”, puesto
que el ser humano interpreta el mundo una vez que se ha instalado en él, este
mundo es ya un mundo comenzado antes de nosotros, y al llegar hay que
establecer relaciones con otros”.
“Tarde o temprano el tiempo surge de nuevo,
inexorablemente, porque no hay remedio humano posible contra el tiempo, o al
menos no lo conocemos.
Entonces los amantes descubren que aunque en
la caricia el tiempo no cuenta, Kronos regresará, interrumpirá el beso con su
fuerza y les recordará que son seres finitos, frágiles y vulnerables, les
recordará que viven a merced del cambio y de la transformación, de la caducidad
y de la muerte”
La Muerte de la Virgen Caravaggio Museo del Louvre, París |
Desde lo Gnoseológico la pregunta ¿Qué sabemos de la muerte? O ¿Realmente
la comprendemos como fenómeno inexorable?
En el conocimiento del fenómeno de la
desaparición física se parte del hecho de que el morir y el efecto de la
muerte, al igual que otros fenómenos de la realidad, no resulta clara a la
inteligencia humana, lo que conlleva distintas zonas oscuras para la razón.
Desde lo metafísico la muerte sugiere miles
de interpretaciones, de teorías y de
imaginarios, partiendo de la concepción filosófica del alma, desde la
inmortalidad, hasta la finitud o la eternidad.
Desde lo ético y axiológico, La muerte como
resultado final del proceso de vivir y de morir, plantea desafíos tanto en el
sujeto activo, como en los sujetos pasivos- testigos, acompañantes y
profesionales.
Es necesario reconocer no solo el hecho de
morir, sino el acto de morir, y
pensar que la muerte es un acto humano en el que se proyecta y tiene su peso
específico la unidad y totalidad de la persona, y por ende su razón, voluntad y
libertad.
Finalmente, desde lo estético, la cultura, la
religión y las costumbres han creado una forma de la muerte, una manera de
representar por medio del arte y el lenguaje una realidad particular que
depende del contexto.
Todos los hechos que atañen al hombre en lo
individual, en lo social, o en la vinculación que intenta establecer con el
ámbito trascendente o divino, son manifestados o comunicados mediante signos,
que constituyen distintos lenguajes que pretenden una vinculación comunicativa
que pretende expresar lo que se siente, se desea, se quiere o se sabe.
Y es que la en la vida y la muerte se deben
tener en cuenta las entrañables relaciones que, basadas en miradas, caricias,
recuerdos y momentos buenos o malos, le dan forma a las complejas redes del
afecto.
Cuando pensamos en la muerte podemos
fácilmente imaginar y hablar del final de los demás, pero difícilmente
concebimos nuestra propia extinción.
La muerte gira en una ruleta en primera
persona, donde no somos capaces de ver la mano que la impulsa vuelta tras
vuelta sin detenernos a mirar en que casilla, representada en tiempo y espacio,
se detendrá para cada uno.
La muerte duele para el que muere, porque
piensa en los que se quedan, duele porque el que parte siente como el mundo
entero podrá seguir, aun sin su presencia y que su voz, única, propia y llena
de palabras, no se volverá a oír entre los que siempre estuvieron prestos a escucharla.
El que se va sufre porque no quiere irse y
porque no se había convencido de que ese día llegaría finalmente.
El que se queda llora, porque aquel al que amaba lo ha dejado, pero entiende a golpes de tristeza que no es su propia muerte.
El ego no permite imaginar un mundo sin ese YO, es más el mundo que es propio podría acabar con la desaparición del dueño de los sueños y las realidades.
En cambio el otro, aquel que no soy yo si puede morir, aunque nos duela, aunque nos deje un vacío, aunque por décadas su recuerdo nos llegue como oleadas de olores y de sentimientos que se desvanecen con el precursor y padre inevitable del proceso de morir, el tiempo.
Es mi palabra
GGC
M:.M:.
Cuando se nace ya de es demasiado viejo para morir “buda”
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