Plancha conjunta de dos Apren:.
La primera relación con la Cámara de Reflexión fue de
carácter exploratorio, donde la intuición era la mano amiga que nos acompañaba
en el camino y nos ayudaba a interpretar todo aquello que estábamos viviendo de
manera tan extraordinaria.
En ella nos vimos enfrentados a
nuestras sombras y a nuestros temores, a
reflexionar sobre nuestro pasado y nuestro presente, nos dejó ver lo frágiles
que somos frente a nosotros mismos y nos conectó con nuestro ser espiritual.
En el momento en que entramos en ese
cuarto oscuro rodeados de objetos que para nuestra mirada profana no son más
que eso, simples objetos en la composición del reducido espacio, pero que
segundos después nos querían decir algo, nos atraían, invitaban a los sentidos
a despertarse para entenderlos, preparándonos para nuestros viajes de
iniciación.
Todo esto quedó plasmado en nuestra
primera plancha, en la cual comenzábamos a explorar y remembrar lo vivido con el objetivo de trasegar ese
camino del método develatorio, con una mayor conciencia a partir de dicha
fecha.
Hoy nos volvemos a encontrar con el
tema, pero con otros parámetros, con otras ideas, percepciones y conocimiento…
esto último nos invita a una reflexión personal, a su incorporación práctica en
nuestras vidas; aparecen todos los elementos que estaban en la Cámara
como
guías silenciosas para un mejor pulimento de nuestras piedras brutas.
Entonces nos conectamos con nuestro
ser profundo, afloran en nosotros sentimientos encontrados, recuerdos del
pasado, acciones en las que tal vez no habíamos pensado mucho pero que ahora
tenemos la oportunidad de ver mas claramente.
La simbología de los elementos se
torna más clara, nos hemos sentado en la piedra bruta, en nuestra piedra bruta
para enfrentarnos a nosotros mismos, comenzamos entonces a descubrir nuestra
fuerza interior, esa que durante toda nuestra vida masónica deberá ir afianzándose
y que permitirá que dejemos una buena huella en nuestro paso por este mundo.
Lo elementos presentes se
manifiestan como invitaciones mudas al trabajo del conocimiento y la sabiduría,
a la práctica del libre pensamiento y la virtud, al discernimiento y el
autocontrol sobre nuestras pasiones, virtudes y vicios.
La oscuridad de las paredes nos
lleva impetuosamente a la meditación, nos permite despojarnos de nuestras
máscaras y nos prepara para recibir la luz, no sentimos humildes, nuestras
pasiones han sido quebradas, nuestras lápidas así lo confirman.
En este panorama y en nuestra
reflexión tan intima, surge la idea del proceso individual, esta idea es un
factor esperanzador y alivia la carga de nuestras pesadas meditaciones, no solo
para comprender que cada uno de nosotros tiene un proceso individual que apunta
a desarrollarse de acuerdo a la experiencia personal que cada uno ha construido
y merece cosechar, sino también para entender el trabajo que hemos emprendido,
y que seguramente no será fácil mantener, puesto que día a día se debe
enfrentar a nuestras propias trampas.
Esperamos recordar esto durante
nuestras vidas, porque es fundamental para tener claro lo que fuimos, lo que
somos y lo que seremos, para ampliar nuestro conocimiento, nuestra capacidad de
amar y respetar a todos nuestros hermanos.
Es en la vida profana donde debemos
encontrar significado a los símbolos, donde debemos comprender e interiorizar la
profundidad de la cámara de reflexiones.
Después de la experiencia vivida
algo en nosotros cambió, nuestras fibras internas fueron tocadas, el
aprendizaje comenzó y deberá seguir por siempre, no importa el grado que
ostentemos, la posición en el mundo profano o masónico que tengamos es
irrelevante, siempre seremos aprendices dispuestos a entrar a la cámara de
reflexiones para retornar al mundo sin máscaras ni ataduras solos frente a
nuestro propio yo.
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