sábado, 11 de agosto de 2018

El agua: Un maestro para el desenfrenado siglo XXI


Para la construcción de este Tr.•. tomé como punto de referencia uno de los capítulos del texto “El taller, el templo y el hogar” de William Ospina, denominado “El cuarto elemento”.

En sus primeras páginas este autor reflexiona sobre la idea de desarrollo, asociada a la disponibilidad de bienes y servicios para el consumo, y muestra como en este contexto los valores entran en crisis y se pierden aquellas costumbres que nos conectaban con nuestra humanidad; de alguna manera nos envía el mensaje de que estamos concentrados en pequeños espacios, pero somos más distantes y nos falta calidez; por lo que nos invita a entrar en contacto nuevamente con aquello que resultaba sagrado en otros momentos.
Luego de ello, y podría pensarse que de manera desarticulada, empieza a hablar del agua, un elemento sagrado y camaleonico en el que tienen lugar múltiples historias, la herramienta principal en algunos ritos, el tema de discusión de diversos saberes, y por supuesto el elemento que garantiza la vida como la conocemos.
Peña Bonita, Parque los Nevados
Serie"El canto de Pindaná"
Valinore
Pero tal vez lo que más rescata este autor de este recurso es su versatilidad; puede encontrarse en los diferentes estados de la materia – sólido, líquido, gaseoso-; transita por este mundo de los océanos y los rios a las nubes más tupidas; y puede ser tranquila y refrescante o puede ser implacable y destructiva. Sin embargo, este autor la identifica como maternal, fraternal y hasta amistosa.

El agua así vista no se diferencia mucho de la naturaleza humana, capaz de los más grandes actos de bondad, compasión y amor; pero también de los más crueles y vergonzosos.

Pero, ¿qué es lo que hace que, como el agua seamos fuente de gozo y tranquilidad o tengamos un carácter demoledor? Podríamos decir que somos el producto de nuestro entorno, que la vertiginosidad del mundo, del día a día, hace que optemos por uno u otro extremo.

Pretendemos sincronizarnos con el devenir social, buscamos la manera de encajar, de hacer parte de, de conectarnos con el mundo; pero lo cierto es que, tal y como lo refiere el autor, hemos desconectado con nuestra humanidad. Debemos tomar del agua su capacidad de cambio, sin que ello implique que todo cambio sea bien recibido.

Debemos transitar por el mundo como el personaje de la canción “Hasta Cuando” de Javier Vásquez, “recordando a su tierra” – sus origenes-, y comprendiendo que este “mundo es prestao”.

Hay que descubrir la esencia y todo aquello que nos define para que los cambios no sean un desconocimiento de lo que somos.


Es mi palabra


J M R
Apr.•. Mas.•.

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