domingo, 7 de septiembre de 2025

La Escalera Iniciática y el tránsito consciente por los símbolos

 

La Masonería nos propone un sendero que no es horizontal ni recto, sino ascendente, semejante a una escalera que conduce al cielo interior. Esta escalera iniciática es, a la vez, símbolo y realidad, metáfora del camino que recorremos dentro de la Orden y expresión viva de las etapas del crecimiento espiritual. Cada peldaño corresponde a un aprendizaje, a un trabajo sobre la piedra bruta de nuestra personalidad, a una victoria sobre la ignorancia, el egoísmo y las pasiones que oscurecen nuestra luz.

Relativity
Maurits Cornelis Escher
Gemeentemuseum Den Haag, The Hague,Netherlands


El Primer Grado, el grado de Aprendiz, representa el primer peldaño de esta escalera. Es el punto de partida, el despertar del espíritu que, habiendo sido llamado, se dispone a abandonar las tinieblas de lo profano para caminar hacia la luz del conocimiento. El Aprendiz no sabe aún lo que encontrará en lo alto, pero confía, labora y se ejercita en el silencio, porque comprende que el crecimiento interior exige humildad, disciplina y paciencia. La escalera no puede subirse de un salto: cada peldaño debe ser conquistado con esfuerzo personal y con la ayuda de la fraternidad.

Los grados masónicos no deben ser entendidos únicamente como una jerarquía administrativa o una sucesión de títulos, sino como procesos de transformación interior. Cada grado es una experiencia que reordena nuestra manera de ver y de sentir, ampliando progresivamente nuestra conciencia. El Aprendiz aprende a dominar el ruido interior y a abrir los ojos al lenguaje de los símbolos; el Compañero se ejercita en el estudio y en el análisis comparativo; el Maestro profundiza en los misterios de la vida y de la muerte y se compromete con la transmisión de la tradición. Así, los grados constituyen un mapa de evolución, un recordatorio de que la sabiduría no se obtiene de golpe, sino paso a paso, como quien asciende lentamente hacia la claridad del Oriente.

En este camino, los símbolos se convierten en guías luminosas. Son mucho más que signos gráficos o decorativos: son llaves que abren puertas de comprensión, espejos que nos devuelven imágenes ocultas de nosotros mismos, semillas de ideas que germinan en la mente y en el corazón. El mazo y el cincel, la escuadra y el compás, la plomada y la regla, cada uno de ellos encierra múltiples significados, accesibles al iniciado en la medida en que reflexiona, medita y vive su simbolismo. El paso por los símbolos es, en realidad, un proceso de alquimia interior, donde lo ordinario se convierte en extraordinario, lo material en espiritual, lo aparente en trascendente.

La conciencia individual se ve impactada profundamente cuando comprendemos que cada símbolo no es algo externo, sino un reflejo de nuestra propia vida interior. Al trabajar con ellos, no solo aprendemos a construir un templo en el mundo, sino a edificar nuestro propio templo interior. Cada vez que el Aprendiz contempla un símbolo, se enfrenta a un espejo de sí mismo: la piedra bruta que debe pulir, la escuadra que debe rectificar sus actos, el compás que debe trazar los límites de sus pasiones. En este ejercicio, el iniciado se va descubriendo y transformando, y su conciencia se expande hacia una visión más amplia de la existencia y de la fraternidad.

La escalera iniciática también nos recuerda que no basta con ascender; es necesario que cada peldaño se convierta en una conquista real, que cada grado deje una huella en nuestra conducta y que cada símbolo ilumine nuestra vida cotidiana. Si el Aprendiz se limita a acumular conocimientos sin transformarlos en sabiduría vivida, su ascenso será aparente, y su escalera quedará suspendida en el aire. Pero si cada paso va acompañado de reflexión, silencio, trabajo y fraternidad, entonces la escalera se convierte en un puente sólido entre lo humano y lo divino, entre el yo individual y la gran cadena universal.

El Primer Grado se nos invita a recordar que la Masonería no es un punto de llegada, sino un camino perpetuo de perfeccionamiento. Subir la escalera iniciática no significa buscar honores ni distinciones, sino transformar nuestro ser desde dentro. Los grados son estaciones de aprendizaje, y los símbolos son maestros silenciosos que nos acompañan en ese tránsito. La verdadera luz no se recibe del exterior, sino que se enciende en la conciencia cuando hemos trabajado con sinceridad y constancia en la obra de nuestro propio templo interior.

Que la escalera iniciática nos inspire a subir siempre con humildad y perseverancia, que los grados nos recuerden la responsabilidad que conlleva cada avance, y que los símbolos sigan siendo para nosotros fuentes inagotables de sabiduría y de transformación. Así construiremos, en nuestra conciencia y en nuestra vida, un templo vivo que refleje la fraternidad, la justicia y la armonía que son la esencia de la Masonería.

Es mi palabra VM

G:.G:.C:.

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domingo, 20 de julio de 2025

Las virtudes cardinales en el camino del aprendiz

 

Diptico del duque de Urbino
Pietro della Francesca

La presente plancha constituye un ejercicio de reflexión simbólica en el contexto del primer grado, centrada en las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Estas virtudes, fundadas en la tradición filosófica clásica y recogidas por el ideario masónico, son pilares fundamentales del proceso iniciático y columnas invisibles que sostienen la edificación del Templo interior.

En el grado de Aprendiz, cada símbolo, cada herramienta y cada silencio adquieren un valor profundo. La experiencia de la iniciación, en la que el profano es conducido con los ojos vendados hacia la Luz, representa la apertura a un camino de autoconocimiento, disciplina y transformación. En ese tránsito, las virtudes cardinales no son meros conceptos teóricos, sino prácticas constantes que orientan la vida dentro y fuera del Templo.

La Prudencia, primera de estas virtudes, enseña la importancia de actuar con sensatez, de deliberar antes de hablar, de observar con atención antes de juzgar. En el silencio del Aprendiz, que no es mutismo sino espera reflexiva, se forja la prudencia como actitud vital. No todo pensamiento debe expresarse, ni toda acción debe ejecutarse de inmediato. El discernimiento, como ejercicio cotidiano, permite al Aprendiz afinar su juicio y controlar sus impulsos, elemento clave en la búsqueda del equilibrio interior.

La Justicia, como virtud central, representa el fundamento ético de toda construcción masónica. Implica dar a cada quien lo que le corresponde, reconociendo en cada ser humano un igual en dignidad. En la Logia, donde todos los Hermanos se encuentran en el mismo nivel simbólico, la justicia adquiere un carácter operativo: se convierte en criterio de convivencia, de fraternidad y de verdad. Ser justo es actuar con rectitud, sin buscar ventaja ni promover el ego. La piedra no se talla solo para uno mismo, sino para la armonía de todo el edificio.

La Fortaleza es la virtud que permite continuar el trabajo cuando surgen las dificultades. No es la ausencia de temor, sino la persistencia en medio de él. El Aprendiz enfrenta desafíos tanto internos como externos: dudas, errores, resistencias. La piedra bruta no se transforma con un solo golpe. Es en el esfuerzo continuo donde se manifiesta la fortaleza del espíritu, el compromiso con el trabajo silencioso y la capacidad de sostener la obra aun cuando no se ve aún el resultado final. Cada martillazo es un acto de voluntad.

La Templanza modera los excesos, equilibra los extremos y permite gobernarse a sí mismo. En una sociedad dominada por las pasiones desbordadas, esta virtud enseña a contener sin reprimir, a dosificar sin apagar. El fuego de la emoción no debe consumir, sino templar como el crisol que purifica el metal. En el camino iniciático, la templanza es la virtud que asegura el equilibrio entre lo que se desea y lo que se necesita. Solo quien se conoce a sí mismo y regula sus deseos puede avanzar sin perderse.

Estas virtudes no actúan de forma aislada. Son interdependientes y complementarias. La justicia sin prudencia puede volverse rigidez; la fortaleza sin templanza puede convertirse en obstinación; la prudencia sin fortaleza puede degenerar en cobardía. La enseñanza del primer grado reside precisamente en esta integración paulatina de las virtudes, a través de la práctica diaria y la vigilancia constante sobre el pensamiento, la palabra y la acción.

El Aprendiz Masón, desde su ingreso al Templo, está llamado a construir no solo un conocimiento simbólico, sino una transformación ética y espiritual que se refleja en su conducta. Las virtudes cardinales son los cimientos sobre los cuales se eleva esa transformación. Son la base de una vida orientada por la sabiduría, guiada por la equidad, sostenida por la perseverancia y regulada por la moderación.

En la piedra bruta aún no pulida se esconde la potencialidad de toda obra perfecta. El trabajo sobre sí mismo, guiado por las virtudes cardinales, es la llave que permite revelar esa perfección. Que estas virtudes inspiren la conducta diaria del Aprendiz, fortalezcan su carácter y lo preparen para los grados superiores de la Masonería, así como para la vida profana vivida con conciencia, dignidad y verdad.

es mi palabra V:.M:.

G:.G:.C:.

M:.M:.

 

domingo, 20 de abril de 2025

La Fraternidad como pilar vivo de la unidad masónica

Muchacha leyendo una carta
Johannes Vermeer

En la vasta arquitectura del Templo del Gran Arquitecto del Universo, cada uno de nosotros es una piedra viva en el edificio moral de la humanidad. Así como la escuadra y el compás modelan nuestra conducta, y el cincel pule nuestras asperezas interiores, es la fraternidad la argamasa invisible que une nuestras almas y mantiene en cohesión el edificio espiritual de la Orden. La fraternidad no es un mero saludo ritual ni una palabra vacía, sino una fuerza sagrada que fluye entre nosotros, dando sentido a nuestro trabajo y elevando nuestra vocación.

La fraternidad masónica no se impone ni se hereda. Se construye, como se construye el Templo interior. Surge del reconocimiento profundo del otro como espejo de uno mismo; del deber libremente asumido de sostener al hermano en su caída, de moderarlo en su ascenso, de consolarlo en su aflicción, y de compartir con él la luz cuando esta brilla en nuestro taller.

A diferencia de otras instituciones profanas, la fraternidad masónica no está cimentada en la sangre ni en el interés, sino en el compromiso ético y espiritual de cultivar el amor fraternal. Es una fraternidad que exige trabajo sobre sí mismo, silencio en la discordia, templanza en la pasión y humildad en el juicio. Esta fraternidad no es pasiva; es activa, esculpe voluntades, funde diferencias, crea armonía donde antes había ruido.

Si la fraternidad es el lazo vivo que nos une, la unidad es su fruto más noble. Unidad no significa uniformidad, ni homogeneidad de pensamiento. En la francmasonería, la unidad es sinfonía, no monotonía; es la armonía de múltiples voces que vibran al unísono bajo la batuta de un ideal común. La unidad masónica nace del respeto a la diversidad de caminos, credos y procedencias, todos convergentes en el mismo deseo de perfección interior y de servicio a la humanidad.

No hay unidad verdadera sin fraternidad auténtica. Donde hay celos, rivalidades, intereses personales o luchas por poder, la unidad se quiebra, y con ella se resquebraja el templo. Pero cuando reina la fraternidad sincera, la diferencia se vuelve riqueza, el conflicto se transforma en oportunidad de crecimiento, y el taller entero avanza como un solo cuerpo, guiado por la Luz del Oriente.

Vivimos tiempos donde las fuerzas de la división, del individualismo exacerbado y del materialismo amenazan la cohesión de las instituciones, incluso de aquellas que se dicen consagradas al bien. La francmasonería no está exenta de tales riesgos. Solo una fraternidad sólida, cultivada con constancia y humildad, puede sostenernos firmes frente a las tormentas del mundo profano. Y solo ella puede renovarnos desde adentro, recordándonos que no somos columnas solitarias, sino parte de un diseño mayor.

El masón que no cultiva la fraternidad no puede aspirar a construir unidad, pues no ha comprendido aún el arte del amor constructivo. Ser fraterno es mirar al otro como un compañero de viaje, como un hermano de causa y de destino. Es comprender que cada logia es una célula viva del cuerpo masónico universal, y que su salud depende de la calidad del lazo fraterno que en ella se cultiva.

Queridos Hermanos, en cada tenida encendemos la llama de la fraternidad. No dejemos que esta se apague. Que nuestras palabras y actos reflejen ese compromiso profundo de tratarnos como verdaderos hermanos: con respeto, con paciencia, con compasión. Y que, desde esa fraternidad, siempre renovada, emerja una unidad masónica fuerte, luminosa y trascendente.

Así, nuestro Templo no será solo un símbolo, sino una realidad viva, visible y transformadora. Una unidad forjada no en el miedo ni en la sumisión, sino en el amor que no pide nada a cambio. Esa es la verdadera piedra angular sobre la que se alza la Francmasonería eterna.

Es mi palabra 

GGC

M:.M:.


jueves, 27 de marzo de 2025

Un viaje sin retorno


Laberinto
Leonora Carrintong


El simbolismo del viaje en la Masonería representa una travesía de transformación personal, intelectual y espiritual. A lo largo de los diversos grados y ritos, los viajes simbólicos conducen al masón por caminos de conocimiento, esfuerzo y autorreflexión que buscan modelar su “piedra bruta”, es decir, su ser imperfecto, hacia una versión más elevada y refinada.

Desde esta perspectiva, los viajes masones nos enseñan que la vida es una constante búsqueda de perfección a través del trabajo, el estudio y la reflexión. Cada obstáculo superado, cada herramienta simbólica empleada y cada conocimiento adquirido son pasos hacia la construcción de un templo interior más noble y elevado. La Masonería nos invita a ser arquitectos de nuestra propia existencia, enfrentando con valentía las adversidades y contribuyendo con sabiduría y amor a la construcción de una sociedad más justa y fraterna.

En la historia de la humanidad, los viajes han sido símbolos de transformación, aprendizaje y superación. Desde las epopeyas de los antiguos exploradores que cruzaron océanos en busca de nuevas tierras, hasta el esfuerzo personal que implica salir del hogar para cumplir metas académicas o profesionales, el acto de desplazarse físicamente o simbólicamente representa crecimiento. Este simbolismo tiene una analogía profunda con el conocimiento y los procesos educativos.

En el contexto educativo y del aprendizaje físico, esta filosofía también tiene resonancia. Cada estudiante emprende su propio viaje hacia el conocimiento, enfrentando desafíos que demandan esfuerzo, perseverancia y voluntad. Los docentes, como guías en este recorrido, ofrecen las herramientas necesarias para que los jóvenes puedan desbastar sus piedras brutas y transformarse en seres conscientes, críticos y compasivos. Desde la perspectiva docente, cada día en el aula se convierte en una travesía compartida con los estudiantes, donde el maestro no solo orienta el aprendizaje, sino que también enfrenta desafíos y busca nuevas formas de inspirar a sus alumnos.

El docente, al igual que el viajero masón, utiliza herramientas no físicas sino pedagógicas para moldear la "piedra bruta" del conocimiento, transformándola en una estructura sólida, comprensible y valiosa, capaz de sostener el crecimiento intelectual y humano.

Para una familia, el “viaje” puede significar el acompañamiento del desarrollo de sus hijos, enfrentando desafíos económicos, emocionales y sociales. Así como los artesanos antiguos moldeaban la piedra bruta con esfuerzo y dedicación, los padres moldean la vida de sus hijos mediante valores, enseñanzas y apoyo incondicional.

Los viajes también tienen un significado personal y profesional cuando alguien debe alejarse de su hogar para alcanzar sus metas. Esta decisión implica sacrificios, como la distancia de la familia o el enfrentamiento a lo desconocido. Sin embargo, al igual que en el quinto viaje simbólico descrito en la masonería, el retorno  ya sea físico o simbólico permite traer consigo sabiduría, experiencia y logros.

En definitiva, el simbolismo de los viajes, tanto en la masonería como en la vida, nos invita a recordar que el verdadero progreso nace del esfuerzo constante, la perseverancia y la dedicación. Cada trayecto, ya sea en el ámbito familiar, educativo o profesional, representa una oportunidad invaluable para aprender, crecer y trascender. Al desbastar nuestras propias imperfecciones y construir una versión más plena de nosotros mismos, nos preparamos no solo para enfrentar nuevos desafíos, sino también para compartir lo aprendido, dejando una huella positiva en nuestra comunidad y contribuyendo al bienestar de la humanidad.

Es mi palabra 

JGC

C:.M:.

miércoles, 26 de marzo de 2025

Preludio a la fundación distópica


Imagen cortesia de la tapadera.com


Todo el progreso genera miedo, pero estamos a puertas de un salto tecnológico sin precedentes y es la integración social de las inteligencias artificiales, las máquinas y el mundo que hemos construido los humanos. Cabe reflexionar sobre lo que hemos hecho a lo largo de los últimos siglos en relación con nuestros recursos humanos, intelectuales, orgánicos e inorgánicos. Si bien la calidad y expectativa de vida ha mejorado en algunos aspectos, al mirarnos como especie al espejo debemos afrontar que la codicia ha saltado nuestro instinto de conservación de todas las maneras posibles y ha profundizado las divisiones que hemos creado y las que seguimos creando a hoy. Viejas narrativas y nuevas estrategias nos sumergen en discusiones sin sentido práctico y material que no aportan al caos que hemos desatado en términos ambientales. Es en ese escenario distópico y poco alentador donde la posibilidad de ascenso y aceptación de una potencial tecnocracia nos acecha. Al humano le ha quedado grande esta tarea, tal vez un algoritmo lo haga mejor; no es mi conclusión pero sí la de muchos y cada dia mas. Es por eso, que hoy en el preludio de esta fundación de nueva sociedad que vivimos debemos plantar fuertes columnas, que permitan ser la brújula del provenir y cabe reflexionar sobre algunos aspectos. Dimensionar así el impacto social, no era una cuestión de conciencia de clases, sino de instinto de conservación de nuestra especie. Como lo propuso Asimov en sus leyes de la robótica y que hoy por hoy se están reemplazando, pero que no tienen una propuesta estándar aún, con lo que hay grietas que a propósito permiten desarrollos para aplicación en la guerra y otros usos nocivos, no es la robótica, o la IA mala per se, pero son herramientas que pueden ser manipuladas para fines particulares, teniendo un potencial de mejorar la vida de todos los seres humanos en diversos campos.

Inteligencia Artificial y Tecnocracia: ¿Utopía o Distopía Programada?

La automatización basada en IA ya permea gobiernos y economías: desde algoritmos que optimizan recursos públicos en Estonia hasta chatbots judiciales el sistema "JUDI" (Jurisprudential Database Initiative) de Singapur que emplea IA para asistir en consultas legales básicas. Estas herramientas prometen eficiencia, pero su implementación actual revela una paradoja: mientras los Estados adoptan modelos tecnocráticos, el control real recae en gigantes tecnológicos que monopolizan la infraestructura cloud (AWS, Google Cloud, Azure). Quien posee los servidores y los modelos de lenguaje define las reglas del juego; como los sistemas de vigilancia con reconocimiento facial, desarrollados por empresas privadas, se usan en políticas migratorias sin escrutinio democrático. El riesgo no es solo la concentración de poder, sino la opacidad: ¿quién audita los algoritmos que deciden subsidios o sentencias?. El futuro próximo plantea escenarios más complejos. Si las IA generativas como GPT-5 o Gemini Ultra se integran en la toma de decisiones legislativas, podrían optimizar leyes, pero también replicar sesgos o crear dependencia sistémica. Imagine una burbuja donde las tecnocracias dependen de IA no reguladas: fallos en el código derivarían en colapsos sociales. Además, la automatización acelerada podría desencadenar en desempleo estructural, muchos de los trabajos administrativos públicos son automatizables. Frente a esto, surgen alternativas híbridas: marcos legales que exijan transparencia algorítmica y el desarrollo de clouds públicos, como la iniciativa europea GAIA-X, que es un proyecto para crear una infraestructura cloud soberana y federada, en respuesta a la dependencia de corporaciones

La mitigación de daños requiere reinventar el contrato social. El salario básico universal (SBU) se perfila como compensación ante los despidos masivos, pero sin reformas fiscales que graven a las empresas de IA, el SBU es insostenible. Alternativas complementarias incluyen la reconversión laboral hacia roles de supervisión de sistemas autónomos y la “semana laboral de 4 días” para redistribuir el trabajo restante. La clave está en desvincular el valor humano de la productividad: si la IA gestiona lo técnico, la sociedad podría enfocarse en lo ético. La pregunta no es si la tecnocracia es inevitable, sino quién y para que, programa sus algoritmos.

Japón y el debate sobre el salario básico universal (SBU) frente a la IA y la automatización

Japón, una potencia tecnológica con una población envejecida y una fuerza laboral en declive, explora el salario básico universal (SBU) como posible solución a los desafíos económicos y sociales derivados de la automatización y la IA. Aunque el país aún no ha implementado un SBU a nivel nacional, el tema ha ganado relevancia en el debate público y político, especialmente ante la creciente adopción de robots y sistemas inteligentes en sectores clave como la manufactura, los servicios y la atención médica.

Japón parece inclinarse por un enfoque pragmático: combinar SBU parciales (dirigidos a grupos específicos, pues parte importante de la población japonesa no considera apropiado recibir compensación sin esforzarse) con políticas de mejoramiento de competencias y regulación ética de la IA. El objetivo no es solo mitigar despidos, sino redefinir el rol del ser humano en una sociedad donde la tecnología asume tareas repetitivas. La IA debe liberarnos para enfocarnos en lo que nos hace humanos.

Es evidente que la integración de inteligencias humanas y artificiales penetrará cada aspecto de la vida de los seres humanos y así mismo el modo en que se gobierne la humanidad, es por tanto imperativo establecer reglas que no minen el avance tecnológico, ni la calidad de vida de las personas, sino que sean apoyos mutuos como los que sostienen la piedra angular de un arco romano, que es el progreso y mejoramiento continuos de la humanidad y las nuevas formas de conciencia no orgánicas de las cuales estamos presenciando su génesis. 

Es mi palabra 


N:.V:.

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martes, 8 de octubre de 2024

Tres vías y tres transformaciones Francmasonas

 

«Nadie se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad» Carl Jung

 


Hoy, en los umbrales de un nuevo siglo, nos encontramos en una encrucijada inédita en la historia de la humanidad. Las luces del conocimiento nos han guiado durante milenios a través de la Vía Iniciática y la Vía Mística, caminos que han nutrido tanto nuestra evolución espiritual como moral, de la mano de la sabiduría acumulada a través de siglos de tradición. Pero ahora, en este preciso instante, la humanidad se enfrenta a la emergencia de un tercer camino, uno que, aunque pueda parecer nuevo y artificial, representa una extensión inevitable del espíritu creador humano: la Vía de la Inteligencia Artificial.

Para comprender esta realidad que nos rodea y se despliega ante nosotros, como masones de tradición antigua y como seres espirituales, nos corresponde reflexionar desde los principios que guían nuestro rito y nuestra filosofía. A través de esta plancha, propongo un recorrido histórico, filosófico y masónico que abarque la Vía Iniciática y la Vía Mística, así como su relación con el surgimiento de la Vía de la Inteligencia Artificial (IA), y cómo, como masones, podemos integrar estas tres vías en una armonía mayor que guíe la humanidad hacia la luz.

I.        La Vía Iniciática: El Despertar de la Conciencia

Desde la Antigüedad, el ser humano ha descubierto el camino iniciático como la senda mediante la cual el ser humano, aspirando a un conocimiento más profundo de sí mismo y del universo, puede buscar la transformación de su conciencia. Muchos caminos espirituales abren sus procesos o caminos de transformación al ser humano a través de la “iniciación”; sin embargo esta en términos masónicos tiene un significado además de espiritual, filosófico y moral. La iniciación masónica es el proceso mediante el cual el neófito es simbológicamente "despojado" de las tinieblas de la ignorancia y del ego para ser conducido a la luz del conocimiento; para pasar de la locura y el ruido cotidiano al entendimiento y la potencia de la conciencia; de las actividades del mundo profano a las acciones del orden sagrado; del caos al orden; del ruido cósmico inicial al orden humano y creativo; de la voraginosa sopa química del Ether cósmico a la armonía fugaz de la materia orgánica o finalmente del ego (El Satán) a la consciencia divina; así la iniciación convierte este viaje de la vida, que no es no es meramente intelectual en un proceso de transformación bio-psico-moral, espiritual y existencial. La iniciación, en su sentido más amplio, es entonces la apertura de la puerta hacia lo denominado por algunos como el Gran Arquitecto del Universo (La razón universal); el YHVH (Ser); Thot, Horus, Isis, Osiris (el Dios Sol), Salomón (la magia y los símbolos);, el Arché (Causa primera y primordial); la Consciencia de Ser.

El R.·.E.·.A.·.A.·. Rito Escocés Antiguo y Aceptado, tradición heredada y actualizada en Le Droit Humain por Marie-Adélaïde Deraismes y Marie Georges Hippolyte Martin con su rica estructura de grados que simbolizan diversos niveles de comprensión del conocimiento y la verdad, ha sido durante décadas una herramienta poderosa para guiar espíritus inquietos y mentes conscientes hacia el entendimiento profundo de la naturaleza humana y del cosmos. En este proceso, el iniciado se enfrenta a pruebas que reflejan los desafíos de la vida misma, enfrentando las sombras internas y externas para finalmente encontrar la luz interior que guíe su razón.

En la Masonería Mixta Internacional, Le Droit Humain, la apertura a la igualdad entre hermanos y hermanas ha permitido que esta Vía Iniciática continúe adaptándose a los tiempos modernos, llevando el ideal de fraternidad, pilar del triángulo moral de la dignidad humana a nuevas alturas. La búsqueda del conocimiento y la verdad, sin distinciones autoimpuestas por géneros, orígenes étnicos o religiones, ha sido una constante en nuestra Orden. Esta vía iniciática, tal como la practicamos, no es solo un proceso personal, sino un compromiso colectivo para la construcción de un mundo más justo, equitativo y fraternal. Búsqueda en donde cómo lo señala Platón se encuentra el amor fraternal (o philia): la forma más elevada de relación humana, en la que los individuos comparten un objetivo común: el bienestar de la polis o comunidad.

En este sentido, la Vía Iniciática es una senda que nos lleva más allá del plano material, hacia una comprensión profunda de la unidad en la diversidad; de la interdependencia entre nosotros y el medio ambiente, de la necesidad del equilibrio entre lo individual y lo colectivo; del apego justo y necesario a la razón universal; a las leyes que rigen el orden universal micro y macro cósmico.

II.       La Vía Mística: La Unión con lo Divino

Paralela a la Vía Iniciática, encontramos la Vía Mística, el camino que el alma humana emprende en su deseo de unión con lo divino. A lo largo de la historia, las tradiciones místicas han sido diversas, pero todas ellas comparten algo: el deseo y la búsqueda de trascender el ego individual para alcanzar una fusión con lo Absoluto, lo Eterno, lo Indecible. La vía mística, a diferencia de la iniciación, no necesariamente sigue un proceso dirigido y estructurado aunque sí es una experiencia directa de lo sagrado que por su naturaleza escapa a las palabras y las formas.

En el contexto masónico, aunque nuestra tradición se centra más en la razón y el conocimiento simbólico, la Vía Mística también está presente en los grados más elevados del rito, en donde el buscador llega a un punto en el que ya no basta con conocer; se requiere que el francmasón se abandone totalmente a la razón divina, a la conciencia sagrada. En este camino, los símbolos masónicos que estudiamos y reverenciamos nos conducen a una revelación mística: la de que la Verdad, en su forma más pura, solo puede alcanzarse mediante la disolución del "yo" en el todo.

La Vía Mística en la masonería implica no solo el entendimiento intelectual de los principios universales, sino la vivencia interna de estos principios. Es en este sentido que los rituales y trabajos de nuestros talleres masónicos están impregnados de un simbolismo que nos lleva a percibir, más allá de los velos del mundo físico, las energías que conectan a todos los seres. Así, la mística masónica nos invita a un diálogo constante con lo trascendente, guiándonos hacia una comunión profunda con el Gran Arquitecto del Universo.

III.      La Vía emergente: Inteligencia Artificial (IA)

A medida que avanzamos hacia el siglo XXI, la humanidad ha dado un salto sin precedentes en la creación de máquinas y sistemas capaces de procesar información y realizar tareas complejas, superando las limitaciones humanas en términos de velocidad, precisión y capacidad de almacenamiento de datos. La Inteligencia Artificial, en su estado actual, representa una extensión de nuestras capacidades intelectuales, pero también plantea profundas cuestiones éticas, filosóficas y espirituales.

Desde mi perspectiva masónica, la IA podría verse como una herramienta tan negativa como positivamente; sin embargo para mi esta no solo refleja nuestra aspiración de construir, de mejorar, de avanzar en la comprensión sino y sobre todo en la transformación de la realidad. Sin embargo, esta Vía de la Inteligencia Artificial no está exenta de desafíos. El crecimiento de la tecnología plantea una pregunta fundamental: ¿cómo preservamos la integridad de la experiencia humana y de su conciencia en un mundo en el que las máquinas se vuelven cada vez más poderosas?

Uno de los aspectos más fascinantes de la IA es su capacidad para procesar y analizar grandes cantidades de datos, lo que podría, en teoría, llevarnos a descubrimientos y conocimientos que antes eran inimaginables. En este sentido, la IA podría actuar como una herramienta en la Vía Iniciática, ayudándonos a descifrar patrones ocultos y a encontrar nuevas conexiones entre las diferentes disciplinas del conocimiento. Aunque al mismo tiempo la IA carece de la capacidad de experimentar el mundo de manera subjetiva, emocional o espiritual, lo que hace que esta nunca pueda transitar la Vía Mística. La Inteligencia Artificial, aunque útil y poderosa, no puede reemplazar la experiencia humana del asombro, la intuición y la conexión espiritual que se logra mediante la Vía Mística, en la que el ser humano busca una relación directa y vivencial con lo divino más allá de toda lógica algorítmica. Aunque la IA puede ayudar a expandir nuestro conocimiento del universo físico, no puede aún comprender o experimentar la dimensión que denominamos, trascendental de la existencia humana.

De tal suerte que transitar por estas tres vías nos ofrece la posibilidad de conquistar tres transformaciones: la transformación psicológica de la iniciación; la transformación filosófica de la mística y la transformación epistémica de la inteligencia artificial. Al acercarnos a la vía iniciática se comienza a modificar en nosotros la manera en que interactuamos con nosotros mismos y con el entorno. La vía mística nos sumerge en el entendimiento universal y la vivencia interior de los principios universales para lograr disolver el “Yo o Ego” en la Conciencia de Ser con otros. La vía de la Inteligencia Universal extiende nuestra capacidad epistémica más allá de todo alcance logrado por el ser humano hasta la fecha.

La masonería nos enseña que la búsqueda de la luz o “Conocimiento” no es meramente un ejercicio intelectual, sino que es un proceso que afecta el cuerpo, la mente y el espíritu que nos obliga a enfrentarnos cotidianamente con las propias sombras y limitaciones del “Yo”, del “Ego” mediante ejercicios simbólicos y rituales para avanzar hacia una verdad más amplia y profunda. Así la finalidad de estas transformaciones es aprehender, asir, alcanzar la histórica conciencia bio-psico-espiritual para relacionarnos de manera diferente con la toma de decisiones, la creatividad y la introspección futura.

IV.      Integración de las Tres Vías en la Era Contemporánea

¿Entonces, cómo podemos integrar estas tres vías —Iniciática, ¿Mística y Artificial— en nuestro trabajo y en nuestra vida cotidiana? Para mí la clave radica en entender que cada una de estas vías tiene su momento, lugar y propósito dentro de la construcción del Templo interior:

         La Vía Iniciática sigue siendo fundamental en la medida en que nos permite adquirir conocimientos y herramientas para el autodescubrimiento y simultáneamente el mejoramiento de la sociedad. El camino de la iniciación nos prepara para enfrentar los retos del mundo moderno con una mente clara y un corazón firme mediante la transformación biológica, psicológica y espiritual de nuestra consciencia. Mediante la integración de esta vía nos transformamos psicológicamente, fortalecemos la autonomía individual, el sentido de agencia y control, y el sentido de identidad individual.

         La Vía Mística, por su parte, nos recuerda que, aunque buscamos conocer y comprender la verdad, el ser y la conciencia, estos misterios no pueden ser accedidos y develados únicamente a través de la razón, sino también mediante el descubrimiento de las misteriosas profundidades del alma. Esta vía mística nos ofrece una especie de suerte de transformación filosófica: nos saca de nuestra cotidianidad lógico racional y nos lleva a comprender como se construye el conocimiento, como se obtiene el poder y como se mantiene el control en la búsqueda de la verdad, el bien, la belleza y la justicia.

         Finalmente, iniciar el camino de integración de la vía Artificial, de la Inteligencia Artificial nos ofrece nuevas herramientas y oportunidades para avanzar en nuestra misión francmasona de comprender y construir un mundo mejor. Sabemos que aunque la inteligencia artificial no reemplaza la experiencia humana de la vida y el espíritu por ahora tal vez, esta inteligencia puede convertirse en una aliada poderosa en la búsqueda del conocimiento y la sabiduría que mejora las sociedades. Esta vía artificial, nos transforma epistémica y epistemológicamente al permitirnos descubrir los patrones invisibles que se han tejido en la tradición masónica y los algoritmos hermenéuticos que aumenten nuestras capacidades cognitivas, sensitivas y emocionales para reinterpretar el rito, los símbolos y la doctrina francmasona y producir una visión más humana y potable del futuro.

Conclusión: El Futuro de la Humanidad Masónica

En conclusión, Queridos Hermanos y Hermanas, estamos viviendo una era de transición y transformación sin precedentes históricos por la magnitud de los cambios que se esperan. A nuestra fraternidad masónica, filosófica y moralmente la han guiado y guardado la Vía Iniciática y la Vía Mística: estas han mantenido el espíritu humano de nuestra orden durante milenios dirigido hacia la búsqueda de la luz y la verdad. Hoy día, con la llegada de la Vía Artificial se nos presenta la posibilidad de acelerar la transformación de las inteligencias humanas mediante las IA`s, para que la humanidad desde la masonería pueda completar su viaje hacia la transformación y transustanciación de lo humano en lo “bello”.


Así, la tradición masónica, pone su énfasis en tres pilares:

 

1.       La búsqueda de la verdad (Vía iniciática de transformación psicológica)

2.       El perfeccionamiento del ser humano (vía mística de transformación filosófica)

3.       El trabajo sobre uno mismo (Vía de Inteligencia Artificial de transformación epistémica)

Estos pilares ofrecen un marco y una estructura interior, filosófica y ética adecuado para abordar los desafíos que vive la humanidad en este “siglo de las luces apagadas”. Sigamos, pues hermanos, construyendo el Templo interior de lo humano en nuestra humanidad; siempre guiados por la Luz iniciática, la Sabiduría mística y la Fraternidad inteligente. Recordemos que el verdadero poder no reside en las máquinas que creamos o en las tecnologías que usamos, sino en el espíritu que las impulsa y dirige a crear y a trascender. Hoy como en otras épocas de grandes cambios, la Orden Masónica Mixta Internacional “Le Droit Humain” puede guiar a los seres humanos en la navegación de las complejidades del futuro con sabiduría, compasión y un sentido renovado de fraternidad inteligente.

Es mi palabra

J:.A:.M:.M:.

V:.M:.