viernes, 9 de septiembre de 2016

Origen de la Masoneria Mixta (Parte 1)

En Francia, tras la revolución de 1848 y la instauración de su Segunda República, florecieron movimientos a favor de la emancipación de la mujer. Uno de estos movimientos, la “Sociedad para la reivindicación de los derechos de la mujer”, fue impulsado por María Deraismes. Esta mujer de letras, nacida en 1828, creció en el seno de una familia acomodada y cultivada. Su padre era comisionado en mercancías y su madre era la sobrina y heredera del óptico Soleil[1].
Siete años menor que su hermana Anna, María encontró en ella amistad y un apoyo para su formación. Impregnada de las bellas artes en general y de Voltaire en particular, María, espíritu hambriento de cultura, recibió una educación amplía y abierta gracias a su padre[2]. Fue además una mujer de mundo, estudiando piano y tomando clases de pintura con Léon Cogniet[3].
Vivió sola en París tras la boda de su hermana y la muerte de sus padres, en 1852 y 1861. Su salón era el lugar de las citas literarias y artísticas de los republicanos, es decir de la oposición radical, entre los cuales se encontraban numerosos masones. En 1865, Anna, viuda y sin hijos, se une a María en París. A partir de aquel año, María Deraismes empieza a escribir en los periódicos Le Grand Journal, L’Epoque o Le Nain Jaune, y seguramente en otros más[4]. Sus artículos, muy polémicos, se basan sobre todo, en la emancipación de la mujer y sus derechos.
En 1866, la Iglesia y en particular el predicador de Notre-Dame, el padre Hyacinthe Loison[5], arremete con frecuencia contra la Masonería. El Gran Oriente de Francia decide responder a esta campaña, organizando una serie de conferencias públicas sobre temas filosóficos. María Deraismes es llamada por Jules Labbé, André Guéroult y Léon Richer. Aunque no se sentía muy segura, al final acepta hablar en público, sin duda espoleada por un artículo contra la mujer de Barbey d’Aurevilly, “Les bas bleus”, escrito en Le Nain Jaune[6]. Su primera conferencia se centra en La Moral, dice:
“La Moral es la aplicación de los axiomas de justicia, de belleza y de bien en la vida cotidiana… A los ojos del mundo, la virtud es considerada como una abstención, una sumisión, una subordinación a un veto superior. Para inventar, dominar, hay que ser fuerte; para abstenerse, obedecer, someterse, basta con ser débil… ¿La virtud no es pues más que un signo de esclavitud?…” A partir de este momento se vuelve una oradora de prestigio. Sus intervenciones tienen mucho éxito, ya que abarcan tanto temas filosóficos como sociales. Los títulos de las conferencias son reveladores: El Placer, La Polémica, La Vida privada, La Educación, La Influencia de la Novela... En ellas presenta a una sociedad dividida en corrompidos y corruptores.
Sin embargo, no abandona la prensa escrita: publica sus conferencias y colabora desde sus inicios con la revista de Léon Richer[7]“El Derecho de las Mujeres”, creada en 1866, y que será dos años después “El Futuro de las Mujeres”. Se atacó a esta revista desde todos los ámbitos pero ello no impidió, un año más tarde, la creación de la asociación “El Derecho de la Mujer”. Las hermanas Deraismes fueron muy activas y recibieron en sus salones a numerosos miembros de logias entre los que figuraba, claro está, Léon Richer.
También participaron seguramente en la redacción del diario, de ideología masónica y republicana, “La Liberté”, de Emile Girardin.
Los sombríos años 1870-71 que empezaron con la guerra Franco-Prusiana, acabaron con el horror de la Comuna y el juicio de las “pétroleuses”[8], como Louise Michel[9] y Andrée Léo-Champeix.
Los masones se manifestaron y apoyaron el movimiento. Lissagaray[10], en su obra sobre la Historia de la Comuna, dice:
“… A pesar de algunos masones, que habían protestado con pancartas, a las diez, 6.000 hermanos, representantes de 55 logias, estaban delante del “Carrousel”…”
Los ataques a los derechos de la Mujer no podían dejar indiferente a María Deraismes, recluida durante varios años, alejada de la vida pública por razones de salud (un enfisema)[11]. Su pluma acerada arremete en un violento requisitorio ante lo absurdo del antifeminismo de los procesos judiciales[12]:

“El Señor Capitán Jouenneel del ministerio público parece extrañarse de que ambos sexos sean capaces de cometer los mismos excesos, si la ocasión lo requiere. Se olvida de que el hombre y la mujer forman parte del mismo género humano, de que están compuestos de los mismos elementos, moldeados del mismo barro; que tanto uno como otro están sujetos a las mismas virtudes y los mismos vicios, a las mismas debilidades, a los mismos errores…

Cualquier movimiento de emancipación y de libertad debe, a la larga, repercutir en la mujer. ¿No es ella la víctima más antigua de una opresión existente desde nuestros orígenes?”[13].

Reclama los derechos políticos y civiles de la mujer; hace campaña a favor de la escuela laica, la única que permite a las niñas llegar a ser libres e independientes.

María Deraismes se suscribe en 1874 a la “Libre Pensée” y crea la sección de Seine-et-Oise. Sus estudios de los textos bíblicos, de las religiones orientales, de los Sabios de la Antigüedad (sabía latín y griego) y la influencia laica y social de Alexandre Weill la alejan más si cabe de la cultura católica tibia de su familia. Para comprender su espíritu laico basta con leer unos extractos de estos artículos, escritos en 1874 en “France et Progrès”:

“El ejercicio del poder es tan dulce que el mayor temor de los que lo ejercitan es perderlo. Es la razón por la que todos los príncipes, desde el primero hasta el último, recurrieron a las religiones para que les ayudaran… Los que ocupaban lo más alto del escalafón les decían a los de abajo que se quejaban: “Habéis nacido para la esclavitud y la miseria. Dios nos ha elegido como jefes… Es a Dios a quien debemos dar cuenta de nuestra conducta…” Aunque se le enseñara al individuo que la vida es despreciable, seguiría dándosele gran valor. Aunque no se dejó de repetirle que el amor no es más que un engaño, el placer una ilusión, la gloria humo, su deseo de gozar de estos bienes no dejaría de estar vivo. Aunque se le dijera que la pobreza es preferible a la riqueza y a la felicidad, que la razón es débil, decepcionante, que sus facultades, por más brillantes que sean, son más peligrosas que ventajosas, que cuanto más sencillo e ignorante se es más grande se es a los ojos de Dios, el hombre se preocuparía de desarrollar su inteligencia y ampliar sus conocimientos. En cualquier época, el conflicto político y el conflicto religioso esconden siempre el conflicto social.”

En el plano social empezaron a cosechar sus primeros éxitos en el ámbito de la protección de las mujeres y de los niños, gracias a la colaboración de un médico, consejero municipal de París: Georges Martin.

Este hombre nació en 1844 en París, de padre farmacéutico. Educado en un colegio jesuita, demostró tener un carácter vivo y voluntarioso mal visto por sus educadores. Su padre le echó de casa, tras su fracaso en la selectividad en la rama de ciencias, aunque aprobó, en el mismo momento, en la rama de letras. En vista de las circunstancias, se enrola en las filas de Garibaldi como enfermero de una ambulancia, luego vuelve a Francia en 1867 y se convierte en médico.

Durante la guerra Franco-Prusiana de 1870, demuestra valor y abnegación. Restaurada la paz, Georges Martin alcanza popularidad en París gracias a su altruismo hacia sus pacientes más desfavorecidos; son éstos los que le incitan a presentarse como candidato a las elecciones municipales de 1874. Es elegido consejero municipal con amplía mayoría, pero su adversario, Mr Paynal, apela y gana, pero tras un recurso de Georges Martin, se invalidan las elecciones: su victoria ya es un hecho.

En 1876, triunfa la III República, a pesar de la prohibición de reuniones públicas electorales, y la designación de los candidatos oficiales.

Las hermanas Deraismes son ya figuras reconocidas de los movimientos republicanos, que organizan reuniones privadas en su residencia, cerca de Pontoise, para apoyar a los 363 candidatos opositores.

Con el nuevo régimen republicano e impulsado por Paul Bert[14], el acceso a los institutos y luego a la enseñanza superior ya es posible para las mujeres, pero los derechos civiles, políticos y profesionales aún no les son reconocidos.

María Deraismes sigue luchando para la emancipación femenina; organiza conferencias sobre Los Derechos del Niño, La Escuela Laica, El Arte y la Democracia, Las Mujeres y el Progreso, Clero y Patriotismo…

En 1878, en la conmemoración del centenario de la muerte de Voltaire se comprometió al oponer clericalismo y democracia. En 1879, presidió el primer Congreso internacional para los derechos de la mujer.


El Doctor Georges Martin acababa de entrar en la masonería, en una Obediencia, La Gran Logia Central[15], nacida de La Gran Logia de Clermont. Dedica mucho tiempo a las cuestiones de la Asistencia Pública, a los problemas de la infancia y en 1880, deja de ejercer la medicina activa para dedicarse a su actividad política.

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