En Francia, tras la revolución de 1848 y la instauración
de su Segunda República, florecieron movimientos a favor de la emancipación de
la mujer. Uno de estos movimientos, la “Sociedad para la reivindicación de los
derechos de la mujer”, fue impulsado por María Deraismes. Esta mujer de letras,
nacida en 1828, creció en el seno de una familia acomodada y cultivada. Su
padre era comisionado en mercancías y su madre era la sobrina y heredera del
óptico Soleil[1].
Siete años menor que su hermana Anna, María encontró en
ella amistad y un apoyo para su formación. Impregnada de las bellas artes en
general y de Voltaire en particular, María, espíritu hambriento de cultura,
recibió una educación amplía y abierta gracias a su padre[2]. Fue además una
mujer de mundo, estudiando piano y tomando clases de pintura con Léon
Cogniet[3].
Vivió sola en París tras la boda de su hermana y la
muerte de sus padres, en 1852 y 1861. Su salón era el lugar de las citas
literarias y artísticas de los republicanos, es decir de la oposición radical,
entre los cuales se encontraban numerosos masones. En 1865, Anna, viuda y sin
hijos, se une a María en París. A partir de aquel año, María Deraismes empieza
a escribir en los periódicos Le Grand Journal, L’Epoque o Le Nain Jaune, y
seguramente en otros más[4]. Sus artículos, muy polémicos, se basan sobre todo,
en la emancipación de la mujer y sus derechos.
En 1866, la Iglesia y en particular el predicador de
Notre-Dame, el padre Hyacinthe Loison[5], arremete con frecuencia contra la
Masonería. El Gran Oriente de Francia decide responder a esta campaña,
organizando una serie de conferencias públicas sobre temas filosóficos. María
Deraismes es llamada por Jules Labbé, André Guéroult y Léon Richer. Aunque no
se sentía muy segura, al final acepta hablar en público, sin duda espoleada por
un artículo contra la mujer de Barbey d’Aurevilly, “Les bas bleus”, escrito en
Le Nain Jaune[6]. Su primera conferencia se centra en La Moral, dice:
“La Moral es la aplicación de los axiomas de justicia, de
belleza y de bien en la vida cotidiana… A los ojos del mundo, la virtud es
considerada como una abstención, una sumisión, una subordinación a un veto
superior. Para inventar, dominar, hay que ser fuerte; para abstenerse,
obedecer, someterse, basta con ser débil… ¿La virtud no es pues más que un
signo de esclavitud?…” A partir de este momento se vuelve una oradora de
prestigio. Sus intervenciones tienen mucho éxito, ya que abarcan tanto temas
filosóficos como sociales. Los títulos de las conferencias son reveladores: El
Placer, La Polémica, La Vida privada, La Educación, La Influencia de la
Novela... En ellas presenta a una sociedad dividida en corrompidos y
corruptores.
Sin embargo, no abandona la prensa escrita: publica sus
conferencias y colabora desde sus inicios con la revista de Léon Richer[7]“El
Derecho de las Mujeres”, creada en 1866, y que será dos años después “El Futuro
de las Mujeres”. Se atacó a esta revista desde todos los ámbitos pero ello no
impidió, un año más tarde, la creación de la asociación “El Derecho de la
Mujer”. Las hermanas Deraismes fueron muy activas y recibieron en sus salones a
numerosos miembros de logias entre los que figuraba, claro está, Léon Richer.
También participaron seguramente en la redacción del
diario, de ideología masónica y republicana, “La Liberté”, de Emile Girardin.
Los sombríos años 1870-71 que empezaron con la guerra
Franco-Prusiana, acabaron con el horror de la Comuna y el juicio de las
“pétroleuses”[8], como Louise Michel[9] y Andrée Léo-Champeix.
Los masones se manifestaron y apoyaron el movimiento.
Lissagaray[10], en su obra sobre la Historia de la Comuna, dice:
“… A pesar de algunos masones, que habían protestado con
pancartas, a las diez, 6.000 hermanos, representantes de 55 logias, estaban
delante del “Carrousel”…”
Los ataques a los derechos de la Mujer no podían dejar
indiferente a María Deraismes, recluida durante varios años, alejada de la vida
pública por razones de salud (un enfisema)[11]. Su pluma acerada arremete en un
violento requisitorio ante lo absurdo del antifeminismo de los procesos
judiciales[12]:
“El Señor Capitán Jouenneel del ministerio público parece
extrañarse de que ambos sexos sean capaces de cometer los mismos excesos, si la
ocasión lo requiere. Se olvida de que el hombre y la mujer forman parte del
mismo género humano, de que están compuestos de los mismos elementos, moldeados
del mismo barro; que tanto uno como otro están sujetos a las mismas virtudes y
los mismos vicios, a las mismas debilidades, a los mismos errores…
Cualquier movimiento de emancipación y de libertad debe,
a la larga, repercutir en la mujer. ¿No es ella la víctima más antigua de una
opresión existente desde nuestros orígenes?”[13].
Reclama los derechos políticos y civiles de la mujer;
hace campaña a favor de la escuela laica, la única que permite a las niñas
llegar a ser libres e independientes.
María Deraismes se suscribe en 1874 a la “Libre Pensée” y
crea la sección de Seine-et-Oise. Sus estudios de los textos bíblicos, de las
religiones orientales, de los Sabios de la Antigüedad (sabía latín y griego) y
la influencia laica y social de Alexandre Weill la alejan más si cabe de la
cultura católica tibia de su familia. Para comprender su espíritu laico basta
con leer unos extractos de estos artículos, escritos en 1874 en “France et
Progrès”:
“El ejercicio del poder es tan dulce que el mayor temor
de los que lo ejercitan es perderlo. Es la razón por la que todos los
príncipes, desde el primero hasta el último, recurrieron a las religiones para
que les ayudaran… Los que ocupaban lo más alto del escalafón les decían a los
de abajo que se quejaban: “Habéis nacido para la esclavitud y la miseria. Dios
nos ha elegido como jefes… Es a Dios a quien debemos dar cuenta de nuestra
conducta…” Aunque se le enseñara al individuo que la vida es despreciable,
seguiría dándosele gran valor. Aunque no se dejó de repetirle que el amor no es
más que un engaño, el placer una ilusión, la gloria humo, su deseo de gozar de
estos bienes no dejaría de estar vivo. Aunque se le dijera que la pobreza es preferible
a la riqueza y a la felicidad, que la razón es débil, decepcionante, que sus
facultades, por más brillantes que sean, son más peligrosas que ventajosas, que
cuanto más sencillo e ignorante se es más grande se es a los ojos de Dios, el
hombre se preocuparía de desarrollar su inteligencia y ampliar sus
conocimientos. En cualquier época, el conflicto político y el conflicto
religioso esconden siempre el conflicto social.”
En el plano social empezaron a cosechar sus primeros
éxitos en el ámbito de la protección de las mujeres y de los niños, gracias a
la colaboración de un médico, consejero municipal de París: Georges Martin.
Este hombre nació en 1844 en París, de padre
farmacéutico. Educado en un colegio jesuita, demostró tener un carácter vivo y
voluntarioso mal visto por sus educadores. Su padre le echó de casa, tras su
fracaso en la selectividad en la rama de ciencias, aunque aprobó, en el mismo
momento, en la rama de letras. En vista de las circunstancias, se enrola en las
filas de Garibaldi como enfermero de una ambulancia, luego vuelve a Francia en
1867 y se convierte en médico.
Durante la guerra Franco-Prusiana de 1870, demuestra
valor y abnegación. Restaurada la paz, Georges Martin alcanza popularidad en
París gracias a su altruismo hacia sus pacientes más desfavorecidos; son éstos
los que le incitan a presentarse como candidato a las elecciones municipales de
1874. Es elegido consejero municipal con amplía mayoría, pero su adversario, Mr
Paynal, apela y gana, pero tras un recurso de Georges Martin, se invalidan las
elecciones: su victoria ya es un hecho.
En 1876, triunfa la III República, a pesar de la
prohibición de reuniones públicas electorales, y la designación de los
candidatos oficiales.
Las hermanas Deraismes son ya figuras reconocidas de los
movimientos republicanos, que organizan reuniones privadas en su residencia, cerca
de Pontoise, para apoyar a los 363 candidatos opositores.
Con el nuevo régimen republicano e impulsado por Paul
Bert[14], el acceso a los institutos y luego a la enseñanza superior ya es
posible para las mujeres, pero los derechos civiles, políticos y profesionales
aún no les son reconocidos.
María Deraismes sigue luchando para la emancipación
femenina; organiza conferencias sobre Los Derechos del Niño, La Escuela Laica,
El Arte y la Democracia, Las Mujeres y el Progreso, Clero y Patriotismo…
En 1878, en la conmemoración del centenario de la muerte
de Voltaire se comprometió al oponer clericalismo y democracia. En 1879,
presidió el primer Congreso internacional para los derechos de la mujer.
El Doctor Georges Martin acababa de entrar en la
masonería, en una Obediencia, La Gran Logia Central[15], nacida de La Gran
Logia de Clermont. Dedica mucho tiempo a las cuestiones de la Asistencia
Pública, a los problemas de la infancia y en 1880, deja de ejercer la medicina
activa para dedicarse a su actividad política.
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