Se me propuso hacer una reflexión en torno a
la formación iniciática, el aprendizaje que ella me ha proporcionado, su valía
y la función del AApr.•. Mas.•. en el
contexto de esta.
Lo primero que quisiera decir es que la
formación iniciática representa para mí un viaje de reconocimiento con dos
claros objetivos: (i) es identificar mis componentes a nivel interno ¿quién
soy? ¿y de qué estoy hecha?; y el (ii) otro es interpretar ¿cuál es mi rol en
la sociedad? a partir de ellos.
Piénsese, y me perdonarán la comparación un
tanto tan vulgar, que los AAp.•. Mas.•. somos vendedores, deseamos incluir en
el mercado un producto muy específico - un servicio- y llevarlo al mayor número
de consumidores – léase sociedad-. Indiscutiblemente, para que esta reflexión
pueda darse, debe estar precedida por el interés del AAp.•. en ofrecer algo a
su entorno mediato e inmediato.
Para tales efectos, el oferente debe
identificar claramente, ¿cuáles son las características particulares de lo que
ofrece? y ¿qué lo acerca o lo aleja de los demás productos que se encuentran
disponibles?. En otras palabras, el AAp.•. Mas.•. debe comprometerse a conocer
su materia, su piedra bruta: sus virtudes, sus habilidades, sus aptitudes, y
por supuestos sus escenarios más oscuros; porque deberá trabajar sobre todos
ellos, para potencializarlos o para arrancarlos de raíz como sugería en el
Principito con la semilla boabad.
Una vez haya respondido estos interrogantes,
habrá de analizar las necesidades propias de los consumidores, porque ellas
determinarán que tan apropiado es lo que ofrece, para qué grupo específico de
usuarios aquel reviste algún tipo de utilidad, en cuáles escenarios económicos
simplemente no es necesario, y las alteraciones que deben insertarse al producto
para que preste el mayor servicio y/o resulte más atractivo en una economía de
mercado ordinaria.
¿De donde venimos?¿Quienes somos?¿A donde vamos? Paul Gauguin Museo de Bellas Artes de Boston, USA. |
Es decir, que la intención de dar algo, debe
estar orientada por el conocimiento proporcionado por el entorno al que se
destina. A simple vista pareciera que el viaje del Apr.•. en principio tiene un
único destino, y es el conocimiento de sí mismo; pero conocerse sin entender
que se hace parte de una estructura más grande, que se es una suerte de
“ladrillo” en una edificación, limitaría enormemente su saber.
Tomar acción por el progreso de la humanidad
simplemente sería un saludo a la bandera o una expresión carente de sentido
para el Apr.•., si no sabe cuáles son los principales problemas que aquejan a
esa humanidad; no puede convertirse en un instrumento de cambio, cuando
desconoce cuál es curso que ha de tomar el mismo.
Estas disquisiciones deben surtirse en el
marco del saber simbólico que entraña el ritual. Cada uno de los miembros de la
Log.•. tiene una ubicación específica en el Tem.•., una función a interior del
mismo, cada uno tiene diferentes potestades y restricciones; pero lo cierto es
que esa lógica organizacional no dista mucho de la que se presenta en la
sociedad en la que nos vemos avocados a convivir.
Y la labor del Apr.•. en su silencio inquieto
es precisamente la de observar esa estructura, su orden; y no solo durante los
trabajos; su rol demanda que observe con la misma inquietud las organizaciones
en las que se desenvuelve cuando concluyen los mismos; para saber qué es lo que
interviene.
A partir de allí aprende uno de las mayores
enseñanzas del Gr.•. de Apr.•., y es que nuestro comportamiento, por implicar
modificación de estructuras diseñadas con diversos propósitos, ha de ser
“medida”, “controlada” y “mesurada”; y es allí donde las herramientas
simbólicas juegan un papel importante; pues cada una de ellas –escuadra, compaz
y la regla de 24- invitan a la adopción de controles como la “prudencia,
equilibrio y disciplina”.
Es mi palabra
JMR
Apr.•. Mas.•.